jueves, 9 de julio de 2009

VIAJE A ITALIA

PROLOGO BY LARROCHEFACUL

Como buen entendedor de la prosaica calidad de la obra del autóctono y autodidacta José Soria, me veo en la obligación de prologar tal esplendorosa obra magna, por mor de avalar, no desprendiéndome de esta arrogancia mía tan empalagosa a las buenas gargantas, un trabajo noble e iracundo. Lo único que me mueve a realizar esta labor es ensanchar, en la medida de lo posible, un currículo que ya va estando falto de grasas colaboraciones. Si mis palabras no han sido atendidas con el debido respeto al cual se ofrecería la oreja de un tísico, debo decir que se dejen ustedes de pamplinas y de lecturas horteras. El futuro literario consistirá en no hacer ofrendas al buen gusto, en no deleitarse con retorismos que nos llenen la boca de babas impías. José Soria ha efectuado un trabajo desde el hueco más recóndito de la guasa. Decía un escritor, cuya obra seguramente acabaría, no en su integridad pero sí gran parte de ella, en las escandalosas llamas de una grandilocuente pira, que el humor es lo principal para vaciar al cuerpo de veleidades tan comunes como la hipocresía o la falta de amor. Reírse es el acto humano que más admiradores y detractores tiene. José Soria ha conseguido instalar dos gradas en el texto y reconciliar a las tribus que han estado en conflicto durante tantos eones. Ha estructurado un fresco humano en el que se puede compartir la degradación de una ventosidad desde la respetuosa vista de un Duomo ignoto, ignoto por la divergencia en la mirada. El mundo ha sido creado para que este hombre, al cual tantos requiebros ofrezco y que, por cierto, no es familiar ni le debo dinero, para recrear una farsa tan digna como colosal, tan inmisericorde como sincero. Salud. TE QUIERO.
Fernando Labordeta



CAPITULO 1

En el Camping de Los Girasoles, a treinta Kilómetros de Firenze en el día del Señor diecisiete de Agosto de 1.994. Han pasado pues unos cuantos días.
¿Que por qué digo cuando venga Marili de Florencia?. Pues porque Jóse y Marili han decidido volver hoy a ver aquello que, o estaba cerrado, o no dio tiempo a ver ayer y antes de ayer en Florencia.
Bueno. Aunque es conocida mi absoluta ausencia de memoria, haré un intento de deslagunación y retrocederé al día en que siendo Viernes hube de pagar a los obreros que tengo a mi cargo y que por estas fechas estaban trabajando para PACSA en honrosa faena de canalizar tuberías en el río Andarax. Es una regulación de caudal que recoge todos los vertidos del polígono industrial ubicado en el sector 20 del PGOU de Almería, junto a uno de los barrios más conflictivos de la ciudad, El Puche, y los transporta hasta la altura de la nueva depuradora en construcción en la parte baja del río, cercano ya el puente de los estudiantes[1].
Como digo, hube de pagar a los obreros, para lo cual me llevé conmigo a Jóse como guardaespaldas dado el alto riesgo de conflictividad de la zona. Allí pudo observar el rudo léxico de los hombres de la obrería, hablando con desparpajo de todo tipo de frutales como el ciruelo[2] etc...


CAPITULO 2

Mientras, Marili, había preparado concienzudamente todo el aparataje parafernalico para una estancia de al menos 10 días por tierras europeas. Éste consistía en 20 ó 30 bolsones con ropas de todos los colores, suficiente como para sin lavar ni una sola vez, estanciarse lejos de casa durante una eterna primavera. Jóse[3], sólo llevaba 12 maletas con lo más imprescindible, o sea, corbatas, mantelería fina y algún que otro cigüeñal por si las moscas.
Asimismo y para ser certeros en las apreciaciones, he de reconocer que, en la intendencia personal, ambos dos iban bien pertrechados. ¡Como no!, Marili no se dejó su asmatrón ni Jóse ninguno de sus quince cepillos de dientes. Ya de camino a Jóse se le ocurrió preguntar por un sedal. Yo que sabía perfectamente que los dientes no suelen picar en anzuelos vulgares, supuse que sería para ahondar más en esa pulcritud bucal que siempre lo ha caracterizado.

CAPITULO 3

Antes de ocurrir todo esto, desde mi oficina, le señalaba por teléfono a Marili que yo también pensaba ir a Italia por lo que necesitaba llevar algo mío para mí. Me dijo que ya había pensado en todo y que mis cosas estaban a buen recaudo. Debido a que esos dos días anteriores prácticamente no pude ir por casa intentando solucionarlo todo para despejarme esos quince días que necesitaba de antiasueto, cuando llegué a ella sólo tuve tiempo para bajar las dos toneladas de enseres varios que nos llevábamos. Conseguimos meter todo aquello en el coche ayudados por la prensa que tiene una cercana industria. ¡OH DIOS MÍO! se habían olvidado mis pertrechos. - No te preocupes - me dice Marili - déjame la llave que yo subo a buscarlos. Efectivamente. Bajó al momento con una bolsa de plástico de Pryca, que yo metí debajo del asiento del conductor. La bolsa contenía, como más tarde pude comprobar, unos calzoncillos rojos con corazones blancos, una camiseta de propaganda, unas sandalias para la ducha de los campings y un libro de Charles Bukoswski - Mujeres[4] - . Así pude empezar a sentirme como aquel poeta, ligero de equipaje.

CAPITULO 4

He cambiado mi entorno. Estaba junto a nuestra hacienda, sentado en una silla, escribiendo sobre una mesa adquiridas al efecto, embutido en mi pantalón de transporte[5] ya que la pasta va en él y de él no puedo desprenderme ni un momento. Es mi caja fuerte donde guardo mis tesoros. Desgraciadamente, unos mucho tiempo y otros poco. También imbuido por ese jodido sol que no sé cómo se las arregla para estar siempre presente sobre mi calva a pesar del bosque que me rodea. Mi entorno es ahora el mismo de la piscina, grande y de limpias aguas que protege al personal del sol a que aludo. La rodean árboles altos y árboles bajos, setos de verdes verdes y un pequeño bar, donde Chineski estaría bebiendo ocho o diez paquetes de cerveza mientras escribiera tres o cuatro poemas sobre meretrices, coches y sargentos de intendencia. También la rodean alemanes, checos y toda esa carga de europeismo que impera en nuestro siglo. Un europeismo que se niega a aceptar que la belleza física real sólo se encuentra en España. Digo que se niegan porque estoy al borde de la deficiencia límite de aire debido a que el ombligo cada vez se me acerca más a la espina dorsal en prestación heroica a una línea más, si cabe, estilizada, y prácticamente paso desapercibido, a no ser esa chica que se sienta a mi lado izquierdo con piernas serpenteadas de abruptos canales que pugnan por romper su piel y ya libres escandalizarnos con su horrible palpitar que se presiente. Tiene tres bultos en la parte delantera de su cuerpo. Uno grande y en zona baja y otros dos más altos que éste y a cada uno de los lados. Intuyo deben ser las tetas. No debe pasar de los 55 años si bien no se conserva grácil en demasía.
Estoy sentado en una segunda fila, pegado al frondoso, de tal manera que asemejo a un bosquimano venido a menos y un tanto entrado en calvicie. Este puesto me permite escrutar a Europa sin participar de ella. Tal parezco la exacta embajada española.
Debido a mi siempre estratégica situación, que por otra parte no se me ha sido dada, sino que ha sido ganada en dura lucha contra ese grupo uniformado de hormigas que se adueñaran de la silla metálica y azul que ahora domino, decíamos, he pensado darle un descanso a mi atribulada panza, intentando soltar los ya enquistados músculos que la sostienen, pero he pensado que al caer derramada al suelo, tendría de nuevo que luchar contra las hormigas que pretenderían, seguro, adueñarse de ella. Además ¡qué desilusión para esta chica de mi izquierda, que seguramente me habrá empulpitado decorosamente y llevará por siempre su retina impregnada de mi decadente latinloverismo.
Ha pasado una lagartija en dirección al follaje. Europa está degenerada. Antes de partir a éste, se ha parado, a mi altura, a ambas dos alturas, me ha mirado, verde , ha movido el cuello varias veces hacia arriba y hacia abajo como queriéndome decir algo. No le he prestado mayor atención a lo que me quería decir, porque si no entiendo nada de lo que habla el resto mortal - y presumiblemente inteligente - ¿...?. De hecho he pedido para desayunar un capuccino y una tostada y me preguntan: ¿.....? a lo que yo respondo - ¡panni tostatti!. ¿.....? – vuelve a preguntar el europeo que difícilmente se dejaba sobornar por mi oratoria. Entonces haciendo gala de mi incorruptibilidad en los gustos culinarios, señalo ofensivamente un viejo croissant que se encontraba mustio por el tiempo bajo una urna de cristal, mientras lanzo una terrible y epatante mirada al europeo que responde con un ¡AAAHHH! de luz y comprensión. Ahora, recordando mis desayunos de café con leche (nada de capuchina) y tostada de tomate o aceite (nada de rancios bollitos con cuernos)en mi cafetería de costumbre, he deglutido mi combustible mañanero.
Marili y Jóse se fueron a las 8 A.M., y esto me sucede aproximadamente a las 8.30 A.M.
Las avispas europeas son más coñazo que las existentes en nuestras soleadas y plastificadas playas de Levante.
Esta chica sesentona se ha levantado para irse, supongo, y tanteando con las manos por el aguijarrado suelo, ha encontrado unos lentes y se los ha colocado. Son de aumento. Pero de aumento con cohones. Esto quiere decir que su anterior mirada iba dirigida al infinito. Pienso que no es que me considerara infinito, o que mi propia infinitud la acosara desde mi espléndida figura entablada en sus abdominales. Creo, mucho me temo, que tampoco me desconsiderara. Es más. Yo no estoy. Parezco ese ser que Louvrico[6] se pasea entre los demás mortales sin ser detectado. Tengo que hacer la prueba del pedo para concienciarme de mi inexistencia.

CAPITULO 5

Son pues las 8.30 A.M. Hora en que tras obligar a parte de Europa a que se doblegara a mis gustos culinarios referido al gustoso desayuno ingerido, me voy ¡A COMERME EL CAMPING!!!. Están limpiando la piscina y aún no se ha metido nadie en ella. Hay, eso si, algunos vejetes que con su gorro puesto esperan que suene el pito que cuelga en el pecho el guarda-piscinas, aunque a veces como ahora lleva en su mano derecha dándole vueltas que inercian al pitito y el cordón se enrolla en su dedo índice ora a izquierda, ora a derecha -. Entonces pienso "voy a coger mi bañador negro de latín-lover y mi gorro rojo y blanco - comprado previamente en un supermercado que abastece a esta población - y cuando suene el pitito, me tiraré al agua blandiendo mis hercúleos músculos y nadaré con esa vistosidad de la que sólo tengo cuenta de su existencia en mis sueños más logrados y por lo menos epataré a estos ancianitos". Esto lo reflexiono desde la preciosa balconada que desde el restaurante da vistas hacia la piscina. Por fin la señal. Los viejitos toman posiciones en la salida. Se lanzan todos al agua y comienzan a nadar con esa vistosidad de la que sólo tengo cuenta de su existencia en mis sueños más logrados. ¡ Bien ! no quiero frustrarlos con mis artes natatorias y me dedico a mirar cómo una familia compuesta por un padre, una madre, una hija de unos 10 años de edad y un bebé en un cochecito, juegan al tenis. Les dedico desde mi atalaya mi más bobalicona sonrisa, que como Louvrico pasa desapercibida mientras pienso en bajar a darles alguna clase a los niños, que por otra parte son mi debilidad. Comienza el partido. Saca la madre desde el campo contrario. El bebé saca la mano izquierda con la que impulsa las ruedas del cochecito. La velocidad hace que la cofia se vaya hacia atrás. El chupete emerge de sus facciones. Levanta la mano derecha asiendo fuertemente una raqueta, y marca una perfecta bolea. Le va a la hija. Corre. No llega. Alarga el brazo. Uno, dos, tres metros de brazo surgen de su cuerpo y con toda limpieza emite un mate de triple efecto que es recogido por el padre con..... Me voy a mis posesiones. Antes paso por una tienda a comprar un papel para inmortalizar estas hazañas. Encuentro una libretita preciosa y me dirijo a mi tienda.

CAPITULO 6

Tengo el recuerdo haber hablado de intendencia. Para menos divisas dejar por estos suelos, Marili compra algunas cosillas en Pryca-Almería. Una caja de cerveza, una caja de coca cola, una caja de fanta y algunas toneladillas de latas y efectos como galletas. (Lógicamente todo llegaría a Almería intacto a excepción de lo que se quedaran aquellos alemanes que conociéramos en el camping de Monza) Poco más y al sobrar lastre tengo que tirar mis calzoncillos rojos con corazones blancos para darle cabida a una lata de sardinas en escabeche pero al final no hizo falta y entró todo. ¿Todo?. Todo no. Aún quedaba algo en el olvido, como mi cepillo de dientes, mi cuchilla de afeitar, etc.

CAPITULO 7

Termino de pagar al del ciruelo y compañía a las 3.15 P.M. del Viernes día 12. No puedo dejar pasar que, en este momento, ha vuelto mi amiga la lagartija (se llama Ivonne) y está delante de mi degustando un bichito de los que se denominan en mi tierra "bichitos de la peste". Sus mordiscos son frenéticos. Hasta ahora sólo ha podido comer las patas. Debe estar duro este bichito. De vez en cuando descansa en su masticar y expectante mira en derredor. ¡DIOS, SE LO HA TRAGADO! . Está con el cuerpo empinado, sacando la lengua a izquierda y derecha, mientras sus laterales se mueven fieramente hacia dentro y hacia afuera. Cuando realizo un movimiento brusco, cruzamos la mirada. Me recuerda a una perra que tuve, que, por sobrepasar en mucho el coeficiente intelectual de estos cuadrúpedos, se dio el nombre de Utia. Espero que Jóse le regale un cepillo de dientes a su vuelta, o que Marili le ofrezca uno de sus sempiternos chicles. Le tiene que oler el aliento curiosamente.- Volvemos a casa en Calzada de Castro, donde Marili ya había sacado de la casa y puesto en el pasillo ocupando todo este todo lo que habíamos de transportar a la otra Hesperia. Al ver aquel maremagno, comencé a hacer una selección, con lo que volví a colocar la lavadora, el frigorífico, el bidé y un sinfín de cosas más, incluidas las tortugas, botín de otros viajes, en su sitio, con lo que conseguí diezmar a las hordas. Después de la hazaña con la prensa a que aludía al principio, pude comprobar que si aquel chiquito que pretendía verter todo el contenido del océano en un agujero hecho en la arena nos hubiera conocido y con la ayuda de la tecnología de la prensa, le hubiera cabido toda el agua e incluso algunos calzoncillos rojos con corazones blancos.

CAPITULO 8

Yo conduciendo. Marili a mi derecha en su trono de Peugeot. Detrás, Jóse con varios cojines y en su suelo LA NEVERA. Una nevera que hubiéramos usado durante tanto tiempo en Almería en nuestras incursiones por las playas de Levante. Una nevera que cargáramos durante tanto tiempo con dos cervezas para mí[7], varias coca colas y una o dos botellas de agua. Llegada a la gasolinera que hay justo en el cruce de la carretera que va a Murcia y la que sale de esta hacia San José, la llenábamos copiosa y espléndidamente de hielo que nos duraba todo el día, conservando, más que frescas, ateridas las bebidas, y como no, los tres o cuatro kilogramos de fruta de Jóse (más tarde, justo es reconocerlo, participábamos todos de su degustación)
Bien, pues ésa era la nevera que portábamos. Metimos, como hiciera nuestro antecesor en el arca, 2 cocacolas, 2 cervezas, 2 fantas de naranja y 2 botellas de agua. Como a la puerta de casa aún estaban calentitas por lo recién sacadas de Pryca, y previendo los suculentos bocatas que Marili había preparado para comerlos en camino, adquirí dos botellitas de cerveza de 1/5 en el bar Rey Chico que se ubica debajo de mi casa. Para poder abrirlos, Manolo, el dueño del bar, aquel que siempre que entra alguien en el bar dice "¡Ayudadme hermanicos, tomad algo, ayudadme!, me regaló un abridor, que más tarde nos serviría para abrir todo ese caudal de botellas de cerveza que compráramos.

CAPITULO 9

Arrancamos el coche y comenzamos nuestra andadura. Llegamos a la "gasolinera del hielo" y llenamos la nevera de cubitos hasta el borde sin saber que esos serían los últimos que veríamos hasta nuestra entrada en España y en la primera gasolinera que paráramos. - Estoy escribiendo esto en Roma cuando declina el día 17, en el camping Tevere, a 5 Km. del centro. Este camping es de la misma compañía que el anterior, por lo que nos hacen un diez por ciento de descuento. Por cierto que, en términos generales, todos estos campigs visitados están de 5 hacia arriba.
Después de tomar el bocata me entra un sopor lindo que hace que el coche no vibre sino flote. Es el momento de dejarlo en manos más despiertas. Paso al asiento de atrás con los ahora míos cojines. Leyendo a Bukowski dejo que Morfeo me acoja en su caluroso y sudado seno.

CAPITULO 10

He de decir que, en este camping, es la primera vez que pago algo con monedas. Aquella coca cola costaba 1500 liras y las he contado muy bien: 10 monedas de 100 liras y una de esas tan bonitas en dos colores que son de 500 liras. Ya sólo me quedan unas dos mil monedas. De todas maneras no hemos visto tantas monedas como en España. Debe ser porque aún conservan billetes de 1000 liras que son aproximadamente 110 pesetas, aunque para nuestras cuentas siempre dividíamos por diez. Y esto era sencillo porque en Francia debíamos multiplicar por treinta y tantas. Creo que lo estoy haciendo mal en construir en Almería y vender a 8,7 millones una vivienda cuando en Italia podía vender en 87 la misma. Esto de las altas finanzas y las fluctuaciones en los cambios de moneda es como cambiar la hora en el solsticio de verano. ¡Quién coño sabe si vive una hora más o una hora menos, o al día siguiente cuando son las dos, si son las tres o la una!. Esto es realmente un misterio y no el de la Santísima Trinidad. Este último es bastante sencillo de comprender desde que partes de la base de que Dios es omnipotente. Lo que me extraña es que Dios se haya quedado en Trinidad y no en Septeidad o quincuageseidad.

CAPITULO 11

He dejado hoy 17, en su declinar, más bien declinado, ya que estoy escribiendo a la luz de un camping-gas, a Marili y a Jóse que lean lo escrito para ver si su calidad se asemeja a algunos de mis otro escritos ( léase El Quijote etc...). Como les ha parecido bien, continuo. Bueno, lo que sí me han dicho es que el principio está un poco exagerado. Pero...¿no son exagerados OTROOOSS? ¡Y NO ME REFIERO A QUE CHINESKI[8] SE ESTÉ TIRANDO A UNA MEDIA DE TREINTA TÍAS POR SEMANA!!!

CAPITULO 12

Me despierto en Valencia. El coche se le ha calado a Jóse en un área de servicio. Le explico que, al ir puesto el aire acondicionado a tope, y haber viajado durante mucho tiempo con la temperatura a 90ºC, lo que hay que hacer antes de levantar el pie del acelerador y quitar la marcha es desconectar el aire acondicionado. Así no se cala. Digo esto, porque cualquier coche calado no es problema, pero si a un coche en tal estado con el encendido de arranque jodido lo dejas reposar, sucede que Marili, la débil, se pone al volante, yo me quito las chanclas y Jóse con ellas, ambos dos empujando briosamente para que se produzca la tan deseada combustión. Nefasta cosa. No es posible hacerle entender a Marili las claves de una arrancada de coche con empuje incluido. Claro que, tras varios kilómetros de autopista empujando el coche (en los pagamentos pagaba yo desde fuera del coche), arrancaba y la inspiradora de tan ex-simios poetas clásicos decía - ¿Ves? ¡No es tan difícil!. Nunca he visto la parte trasera del maletero del coche tan limpia, debido a los majestuosos lengüetazos que, sin pretenderlo, le dábamos Jóse y yo. Gracias a los cielos, el coche arrancó a unos cuantos de cientos kilómetros adelante. Lo que más me jode es tener que pagar a la empresa que gestiona la autopista 2.400 Pts. por empujar. Por cierto que aquel señor metido en su cabina de acero y plástico quedó un tanto perplejo al divisar en la lontanza[9] un vehículo a 120 Km. por hora con dos motores fuera borda[10] y que, al llegar a la altura del "pagamento", los motores traseros se adelantaran al coche parándolo al borde de la urna donde el santo velaba los tikets de pago. -¡Cuanzo ezz!, pregunto insidioso mientras le acerco el papelito que nos sirviera galantemente una maquina expendedora varios kilómetros atrás. - Domilcuatrosienta señó, contesta aquel virginal empleado. Al menos era eso lo que yo creía, que se había quedado absorto en nuestra táctica circulatoria, pero cuando pagué encendió una lucecita verde a modo de semáforo para que continuáramos el viaje. Esto me lleva a pensar que es normal en este tipo de vías ejercer de motor fuera borda.

CAPITULO 13


EXPERIENCIA DICTADA POR JÓSE:

En este momento, llevo como cinco minutos escribiendo en la terraza del camping de Roma[11]. Jóse me ha dicho que me venga aquí e imponga entre el contertulio la imagen del escritor maldito. A mi izquierda, dos italianos, uno de ellos un poco calvo y fumador. Viste pantalón vaquero y blusita con botones, a rayas, de un color verdoso apagado pero con brillo. Sus uñas están perfectamente recortadas. Es o está muy moreno[12]. Le acompaña un joven, aunque entrado en calvicie. Acaba de llegar un tercero con el brazo en cabestrillo[13] que se sienta con ellos. El de la escasa melena se ha levantado y se acerca a la puerta del bar. Seguro que va a pedir algo. No me extraña esta postura, pues llevo todo este tiempo aquí y aún no han venido a preguntar si quiero tomar. Esperaré un poco y si no viene nadie, también yo dejaré que toda esta europeidad se asombre con el dulce movimiento de mis nalgas[14]. Mientras estoy escribiendo, la criatura de la blusa verde se ha levantado y con no mucho disimulo se me ha acercado para ver qué puñeta estaba haciendo con una libretita y un bolígrafo. Los italianos, como los españoles, hablan y posan siempre para la galería. Así cuando lo estaba describiendo, parecía no darse cuenta de mi observación, pero cuando he seguido con la mirada al que se ha acercado a la puerta del bar, él ha aprovechado como quien no hace la cosa y ha venido detrás de mí para ver que hacía. ¡Oh desilusión, no es un retrato! Ha vuelto a su puesto, pero esta vez realiza movimientos con las manos y otras herramientas de su cuerpo al parecer involuntarias. Aparece otra pareja, y otra. No entiendo cómo un escritor puede apuntar todas sus percepciones, pues estas van al doble de velocidad que la capacidad escritural. Aún no ha vuelto la criatura que se fue al bar. Debe estar cagando. - Hago un inciso en esta narración de hechos presentes para decir que en contra de lo que les pasa a Marili y a Jóse, que aún no han expelido ni siquiera el bocata que con tanto primor se nos preparara el día 12, yo sí. No tengo muchos problemas para ello. Siempre he pensado que lo peor que me podría pasar en este mundo es quedarme ciego y así se lo he hecho saber a los cielos. Hasta hoy se me ha sido concedido este favor. Lo que no sabe Dios es que, en este ruego, había trampa, pues todos los mortales tenemos tres ojos. Así los mantengo en perfecto estado de revista. Bueno, he de reconocer que en dos de ellos me tengo que echar una gotita cada mañana y cada noche para evitar que la tensión ocular que me ha sido dada suba de manera desaforada y al estallar anegue de ojos a mis mas allegados en ese momento. Ha vuelto el sujeto al fin, pero no me atrevo a seguir mirándolos, porque están al tanto del voluptuoso movimiento de mi aquiescente pluma. ¡Qué coño querrá decir aquiescente!. Además, tiene una cara, que como me llame la atención aunque sólo sea para pedirme un autógrafo, fuego o lo que sea, me cuadraré ante el diciendo ¡Susordene!. Al fin se me acercan dos tetas con el pelo rubio que me espetan: Preeegoo. Decididamente le pido un "larioscola" ¿......?, me responde, por lo que tuve que reducir mi solicitud a un "Gincola". Ha vuelto y ha puesto sobre la mesa un vaso de sección cuadrada, de lado aproximado de tres centímetros, de cuyo fondo verde suben unas burbujitas blancas que explotan en la superficie del liquido que contiene. Sí, lo he probado y creo que es ginebra con tónica. El avezado lector ya estará al tanto de lo lanzado que soy para decir ¡NO! ¡YO HE PEDIDO... Y NO ...!, Así que sorbo a sorbo comienzo su delectare. ¡¡¡ME ESTOY MEANDO!!! Voy a ver si con los pies cruzados puedo acercarme. He vuelto. La necesidad hace crecerse a los cobardes. Recuerdo aquella anécdota que todo el mundo conoce y todo el mundo se la atribuye a algún conocido, pero nadie sabe de dónde procede, y que reza así: Un grupo de soldados está acorralado en el frente de batalla. La lluvia de fuego del enemigo es infernal. Uno de los llamemos cercenados ve cómo es herido su amigo y presa de pánico sin saber lo que hacer se levanta y gritando corre hacia las líneas enemigas. Sus compañeros piensan que han dado la orden de atacar y se lanzan a la zaga. El enemigo se acojona y se rinde. Toman la posición. ¿Es un héroe?. No. Es un acojonado histérico que, cagado, ha corrido no sabe adónde, lo que le valió la medalla al valor. Pues bien. Me acorralaba la meada. No tenía más uscita que, o exonerar mi delicada vejiga urinaria en los pantalones y manchar todos mis tesoros, o aplicar la afamada técnica de las muñecas de Famosa y penetrar, con perdón, en el bar y preguntar por el wc. Así lo hago, a lo que me responden que, saliendo por la puerta trasera, enfrente. Salgo ya, gotitas a la mar, y con verdaderas lágrimas de amor eyaculo gran cantidad de orina. Es la primera vez que eyaculo, si esta palabra lleva implícito el placer, durante el viaje.
Bien. El cubata está mediado. El reloj de José hijo acaba de decir piii piii de las once PM. Sobre este reloj también existe una historia atribuida por cada uno a un amigo suyo: Un señor se compra un vídeo de última generación. El técnico que va a instalárselo, tras dos horas de explicaciones sobre su funcionamiento, comprueba en la expresión del comprador lo vano de su intento. Entonces pregunta: ¿Tiene usted hijos pequeños?. ¡¡Síí!!, contesta el afligido adquirente pensando que se han acabado sus problemas, pero está en el colegio. ¿A qué hora sale? le pregunta el perito en lunas esmeriladas. A la una y media. le contesta el comprador. Bien, volveré a esa hora. La referencia viene dada porque este maldito reloj tiene que dormir fuera de la tienda de campaña, debido a que a la intempestiva hora de la una y veintitrés de la madrugada comienza a realizar sus abluciones ¡SUN SUN, SUN SUN, SUN SUN...! y tras darle ocho o diez veces a cada uno de los ciento veinte botones de los que es portador, se para y vuelve a dormirse dejándome a mi en la sutil vela. Nunca sabré si esto ocurre porque ha terminado su enervante funcionar, o porque Dios ha guiado mis ágiles dedos por entre sus entresijos y consigo así acertar con la clave que lo adormece.
Al grupo que hay a mi izquierda se ha sumado una nueva criatura. La miro insistentemente mientras escribo, como si lo estuviese retratando, sólo para ver cómo puede afectar esto al engendro de la camisa verde. Ahora le dirijo la mirada esperando alguna reacción. Como esta sea la del tipo italiano denominado "porca miseria", por el movimiento ondulatorio que apresta a sus manos, me puedo dar por sacudido. Es jodida veramente la vida del escritor onanista. ¡Nada! Nadie se me acerca a preguntarme tímidamente ¿es usted Cervantes, o Ciempozuelos...?, suponiendo que ambos dos sean escritores con el mismo consagro que yo.
Once y veintiocho. Me voy a ese sitio en que se fabrican tortícolis.

CAPITULO 14

Amanece el día 18 a las 7 A.M. a la vez que la persistente presión de las aguas residuales y el "gurruguyu gurruguyu" constante y pertinaz de las cañerías del gas, hacen que me levante y salga de la tienda. Es un buen día. Fresco y agradable y para mi solo uso y disfrute, ya que el resto de Europa lo ignora en su sueño. Además, esta hora, para el que la practica, tiene sus recompensas. Por ejemplo, eres el primero que la caga[15]. El retrete está limpio, y tus cantos gregorianos sólo los oyes tú, por lo que no tienes necesidad de sofocarlos con ninguna sordina. Curiosamente en la vida normal no suele ser bueno cagarla el primero. Ni siquiera cagarla.


CAPITULO 15

Una vez arrancado el coche, me pongo al volante[16] y seguimos nuestro camino hasta la frontera con Francia. A una hora cercana a las 10 PM, entramos en una área de servicio y al grito de "DE PERDIDOS AL RIO", rompemos aquella promesa de comer sólo latas y salchichones que llevábamos. Así Jóse dio buena cuenta de una hermosa y multicolor menestra de verdura. Marili saboreo una piña con natillas, y yo un curioso filete a la pimienta. Fue una cena memorable. Por debajo de nosotros pasaban veloces los vehículos buscando sus destinos, que por veloces parecían deseados. Seguimos la marcha y llegamos a la Puerta de Barcelona, última área de servicio de España. Mientras nos acercamos a ella pensamos que un día es un día y decidimos pernoctar en un hotelito de esos baratos que hay en las riveras de las construcciones viales. Buscamos ese famoso y adocenado lugar, pero no existe. Llegamos a la primera hora del día 13 de Agosto de 1.994 (año del Señor), 2º día del año 1 (año de Italia). Nos vemos compelidos a dejar de decir que un día es un día y aclamamos UN DÍA ES UN DÍA, con lo que encaminamos el imparable coche hasta el hotel de setenta estrellas que allí se ubica. No hay habitaciones. No sólo allí, tampoco en veinte kilómetros a la redonda. Preguntamos por un camping y para nuestra sorpresa no existe. Seguimos religiosamente las indicaciones que nos da no se quién ni recuerdo cómo y tras matar unos cuantos lobos y ahuyentar otros tantos osos, llegamos a un sitio que bien podía ser el camping. Sí. Lo es. Al menos hay tiendas diseminadas en el terreno. Vamos a lo que parece ser la recepción y no hay nadie. Probamos en el restaurante, pero está cerrado. Colocamos
la tienda. Nos duchamos. Cago. Nos ablucionamos y dormimos tiernamente hasta que por la mañana, el primer rayo de sol da de plano sobre la puerta de la tienda[17].


CAPITULO 16

Nos levantamos, nos duchamos y nos acercamos a recepción para decirles que hemos venido, que cuanto es y que nos vamos. Cerrado. Ni un solo humano. Cafetería cerrada. Huimos, pues, sin pagar y atravesamos Francia. Primera parada sólo para cambiar el dinero justo para atravesarla, o sea, unas cuatrocientas mil pesetas. Es que si Europa es cara, Francia lo es aún más. Y si no lo crees, pregúntale a los sociatas lo que le costó a España entrar. Bien, tras cambiar, nos vamos a tomar el primer desayuno europeo en Francia[18]. De todos es sabido que mi amigo Jóse sabe más francés que los propios nativos, pues sus giros son estudiados en las más hermosas enciclopedias y libros de dictámenes. Es él, pues, quien se encarga de pedirlo. Yo pensé, mientras esperábamos nuestro turno en aquella monstruosa cola, que Jóse con su dicción, su exquisita educación y ese "sabuarfer" que le hace destacar de entre todos los mortales, iba a hacer que aquella señora, entrada ya en su propia decadencia[19], eyaculara en una orgía de atención auditiva a la nunca bien ponderada exquisitez de mi amigo. Es mi amigo. Pues bien, todo lo contrario. Estos cafres enanos no saben pensar y viven de las rentas de su Bastilla y de su Mayo del 68. Nos tomamos aquella mierda, café de grifo y bollitos de los que tienen reservados para los camioneros españoles. Nos vamos. Nuestro destino en Francia no puede ser otro que Montpelier. Esta ciudad tiene dos cosas que la diferencian del resto del abominable país de frígidos hermafroditas de la era mesozoica. La primera es el practico hermanamiento que existe entre ésta y la polis de lujo que es Almería en España, merced al grandioso amor que ambas dos le prestan a la fotografía. Y la otra es la preciosa papelería que, bajo el nombre de GILBERT JOSEPH, se encuentra ubicada en 5 rue Racine. Este establecimiento ya lo hemos visitado en otras ocasiones, cuando veníamos Marili y yo solos , o siempre de paso con otra gente. Pero Jóse es mi amigo y a mis amigos les deseo lo mejor. Por eso paramos aquí. Para nosotros y para todo aquel que venga en nuestros viajes, será parada obligatoria. Una vez llenos de la vida que te insufla esta librería, proseguimos nuestro camino, alejándonos cada vez más de Francia. No queremos dejar más divisas de las necesarias a estos seres de pequeña estatura y comemos en la autopista un bocata con un pan muy finito pero correoso y de difícil masticación. Pan francés, no en vano. Atravesamos corriendo la manida Galia deseando quitarnos este polvo y pasamos la frontera de Italia. ¡Al fin la otra Hesperia!

CAPITULO 17

¡Al fin Italia!. Aquí sí cambiamos sumas substanciosas de dinero y proseguimos el viaje, pensando parar en el primer camping que encontráramos. Esto no ocurre hasta que entre Cogoletto y Sestri, y en una vía estrechada merced á los intentos ímprobos a juzgar más tarde por la prensa, que hacían los carabinieri por encontrar a los responsables de un atentado al parecer habido contra el ministro del interior. Yo estoy acostumbrado al trato amable del glorioso y nunca bien ponderado cuerpo de la Benemérita[20], y sus ganas enormes de procurar información precisa a quien la demande. Así, al ver estos coches (machine de polizía) y ver que, en el centro de la calzada, había otros dos parados ( por lo que pude intuir más tarde, de los presuntos criminales), y guiado por las bellas palabras de Marili "José, pregúntale a ese que tiene cara de simpático" que luego resultaría ser el de la ametralladora, alegremente y como diciendo "mire usted, joven guardia, somos tres españoles que no tenemos nada que ocultar", me meto de lleno en aquel fregado, de manera que ya no puedo salir, como no sea haciendo marcha atrás, y esto era imposible dado el intenso tráfico que, en estos momentos, había en esta ruta. Comencé a mosquearme un poco cuando vislumbré al frente una división de tanques compuesta por un policía que con la ametralladora colgándole de su cuerpo, nos miraba con sus tres ojos (uno de ellos el del etéreo juguetito) y cara de pocos amigos. En este momento se me acerca un agente de mayor graduación, al que pregunté: "pofavó, ¿dove un camping?". El policía me insulta en el más puro argot de la novela negra sciasciana, que es de más difícil comprensión que el propio italiano y se me queda mirando ebrio de furor contenido. Agradecí esa contención. ( No piense el lector más avisado en la segunda acepción de este vocablo del D.R.A.E.) Al mirar hacia atrás comprendí a qué se debía su contención. Otro bullterrier de Alto Copete se nos acercaba por detrás. En este momento, y a pesar de que la radio del coche estaba apagada, comenzó a oírse una música de timbales y trompetillas a tres voces, largas y adobadas de sus mil distintos tonos de olor, que hicieron, pienso yo, que gracias a ello el bicho gordo nos mirara con la cara de aquel actor italiano.

CAPITULO 18

Esto lo estoy escribiendo el día 18 a las 9.04 P.M., sentado a la puerta de mi tienda en el camping. Se han marchado Jóse y Marili a ver Roma la notte. El Coliseum y todas esas piedras viejas. Lo cierto es que la salida ha sido una odisea. Llevaban pensando salir a hacer esta visita turística desde el coche por sus calles desde hace algún tiempo. Jóse se ha puesto sus mejores galas y Marili, cómo no, le ha ido a la zaga. Se montan ambos dos tan guapos en el coche, que al giro de la llave de contacto no contesta. Hay un dicho en España que dice "Aquel que a un giro de llave, de ruido no hace un derroche, si es coche no es español y si es español no es coche"[21]. Más tarde caí en que era de marca francesa. Eso y todo que el Peugeot es lo mejor que han fabricado los jodidos. -Marili, ponte al volante. Siempre he sido un buen director de calamidades. Recuerdo que el mismo día en que hice la matrícula del primer curso de Arquitectura Técnica, se cayó en Almería el edificio Azorín en construcción, en cuyos planos y sólo como delineante, había trabajado el por entonces y por ahora mejor amigo Enrique Arranz. Siempre supuse que fue casualidad y no un aviso del destino. Esperemos. Me enteré en Granada de este luctuoso suceso, ya que fue donde cursé mis estudios. Volví inmediatamente a Almería y estuve coordinando los trabajos de búsqueda de posibles supervivientes ayudado por un montón de sofisticados aparatos venidos de Madrid. Al final encontramos uno vivo y el resto cadáveres. Esta escena de mi dilatada vida y otros muchos, hacen de mí un buen director de infortunios. En esta ocasión, la desgracia consistía en que, siempre que la maquina ha descansado un día entero, ha arrancado a la primera. Por esto, y porque el día en Roma lo hemos hecho en transporte urbano y a pié, no previmos la intervención de la parte francesa del vehículo. Así lo colocamos justo al lado de la tienda y en una postura de difícil salida en casos como el que acontece. Mi experiencia deshizo el entuerto en menos de 15 minutos y ellos pudieron salir. De hecho, me he quedado solo. Espero que esta contingencia ni ninguna otra los haga volver solos sin mi francés.


CAPITULO 19

Recuerdo a este chico, al policía, con sus dos ojos mirando a sitios distintos, nariz de italiano del 50, pómulos salientes de napolitano del 48, y una gorra tan bien puesta, que ni un mariscal podría superarlo. Impoluto, inmaculado, impertérrito y un montón de in más (quitando imbécil, que es privativo de los enanos vulevus[22]). Paran absolutamente toda la circulación y nos dejan salir tras una ridícula marcha atrás mientras se escucha en el asiento trasero una voz en off que recita una oración de gracias. Vamos en el coche llenos todos de lágrimas de sueño y desesperación. Paramos junto a un grupo de italianos, quienes al ruego de un prego de Marili, preñado de distorsión afásica, contento como Robert de Niro representando ante el espejo a aquel taxista, señalándose a él mismo con un dedo, mirando después a todos sus demás lados, volviendo a mirarnos, se nos acerca. Preguntamos. Contesta. Hacemos caso a sus indicaciones. Nos vemos en una carretera de doble dirección donde a duras penas cabe el desdichado del arranque flácido. Llegamos efectivamente a lo que se puede llamar un camping de altura. Casualidad. No hay nadie en recepción. Pensamos hacer lo mismo que en el de Puerta de Barcelona, pero no encontramos sitio. El bar, raro fenómeno que no se ve todos los días, está abierto. Preguntamos. Una señora selvática me antecede a mi ubicación nocturna, mientras Jóse y Marili se quedan en el bar para llamar a José y Helena[23]. Esa hija de puta creía ser más fuerte que yo. Si recepción estaba en la cota 600 y el bar en la 800, nuestra parcela rayaba la 1000. No me amilané, (Entre otras cosas aún no había llegado a Milán) y la seguí certero cual cerbatana disparada por un enano negro[24], hasta llegar al sitio. A cada palpitación, debía coger mi corazón del suelo e introducirlo en su habitual concavidad, pero aquella señora no podía verlo, porque, el arrastrar los ojos constantemente por el suelo, hace que los nervios ópticos se llenen de hojitas de pino y dificulten las faltas de oxígeno de los demás. Tras tres cuartos de hora, diciéndome en su idioma (ya transfigurado por la ascensión) ¡¡¡ELHHHH ELLHHHH ELLLHHHH!!!, pudo dominar su respiración hipertensa, su disritmia y su polstergueit (no sé si estaba transfigurada su cara por el esfuerzo, pero si estaba seguro de haberla visto en el exorcista girando locamente la cabeza desde la cama). Volví tras conocer el sitio al bar y con lo que me quedaba de resuello dije: Tenemos sitio. Pero el coche hay que dejarlo, si queremos mañana no tener problemas, fuera del camping en una hermosa y suculenta cuesta abajo. Así lo hicimos, no sin antes acercarlo hasta el lugar elegido para descargar los bártulos nocturnos. Una vez el vehículo en su rampa-dormitorio, escalo de nuevo hasta nuestro sitio justo cuando han terminando el montaje de la tienda. Decidimos echarle cojones[25] y bajar al refectorio. La calle para bajar está asfaltada. Bajamos tan preciosos formando con nuestro cuerpo un ángulo no mayor de 16 grados con el bitumen. Yo delante. Jóse a la zaga, y más atrás Marili. De pronto, un terremoto hizo temblar el camino gravoso. Me encomendé a todo aquel que pude, pero gracias a los cielos, fue que Marili lo provocó al caer con sus rodillas sobre el piso. A Jóse se le subieron las pulsaciones por primera vez en el viaje a 36 por minuto. Debió darse un gran susto el pobre. Con esta sajadura llegamos al bar donde pedimos varios barriles de alcohol que Marili meticulosamente aprovechó hasta la última gota. Hoy ya no se le nota nada. Ahora sólo tiene una gastroenteritis por la comida junto al museo del Vaticano.(Dos huesos de aceituna y un poco de paja por la misérrima cantidad de 20.000 pesetas) De todas maneras, tuvimos pierna para un par de días. "Mira Jóóse, me se sale un lequidillo". "Oye Joséé, me falta cannne" "oich, cuando dejo la piennna de una manera, se me acostumbra y luego no puedo movemmme". Podría explayarme. No lo haré. Eso se lo dejo a los franceses. (Exclusión clara y precisa de los nativos de Montpellier)


CAPITULO 20

Este capítulo valga sólo para expresar mi más reprobable repulsa por el hecho vandálico de que estas dos criaturas se hayan ido a Roma la notte llevándose en el maletero del coche mi pantalón con todo el dinero cristiano y no. Yo aquí sentado en la puerta de mi tienda, con la luz campíngtica, mientras en el bar suenan cien voces a la vez cantando y haciendo palmas. Y no puedo ir a tomar nada porque tengo dos monedas de 500 liras, una de doscientas y otra de 100. Con todo esto, no más de 130 pesetas.


CAPITULO 21

Mientras Marili agotaba este alcohol en su rodilla magullada, pedimos otro de menos graduación ( que en este país se llama birra), que es con el que no pasa nada si te tomas unas cuantas, pero sí te pasa si te tomas lo que es capaz mi colega, el ínclito escritor Fernando Labordeta Larrochefacú en uno de sus muchos días sin mujeres. Cuando tiene una, la tendencia de la bebida es a la baja para que las tendencias derivadas de la presencia femenina sean al alza. Hago un inciso y trasiego en recuerdo de quien se lo merece OOOOFFCOURSSS!!! Así, entre risas nuestras, comentarios de Marili sobre sus humores acuosos y chupetones a aquellas cervezas, gozamos de las risas de aquellos jovencitos que juegan a los naipes en la mesa del final. Por el ritmo que le imprimen a la jugada, pienso que se trata del burro. Este juego consiste en repartir las cartas entre todos los jugadores a partes iguales, comenzando la partida por el mancebo que se encuentra a la derecha del repartidor. Tira una carta boca arriba sobre la mesa mientras dice uno. El siguiente, y sobre la ya lanzada, expele otra mientras grita dos. Así uno tras otro hasta que alguien arroja otra que coincide con el número de orden que debe gritar. En este punto, el juego adquiere su máxima tensión. Si el siguiente tahur, impelido por la rutina y la velocidad que requiere la ocasión, arroja otra mientras libera el desgarrado grito que canta su número de orden, tendrá que recoger todo el montón acumulado. Si por el contrario, éste no es francés, o habiendo estado allí no se ha impregnado de su idiocia-chauvinista, se da cuenta y dijere ¡tú! ¡tú!, será el coincidente el que se llevará el montoncito. Es éste el juego que provocaba alborozadas risitas en las dos núbiles féminas que se festejaban en la partida, mientras, ley de vida, los cuatro mozos, que también lo festejaban, pensaban en cómo llevarlas a la escalada más próxima para mientras clavaban ellas los grampones para subir, ellos tocarles sus majestuosas tetas.(Las tetas siempre han sido majestuosas).
Una vez terminado el refrigerio y aún destilando la rodilla de Marili sus líquidos propios de caída, nos encaminamos a nuestra estancia y dormimos.

CAPITULO 22

Amanece el tercer día de viaje, los retretes de este camping dejan mucho que desear, comparados con aquel que dejáramos en la Puerta de Barcelona.


CAPITULO 23

Llegan en este momento de darse una vuelta por Roma la notte. Ponemos el coche en una leve rampita, por si los franceses atacan por la mañana, pues salimos a primera hora hacia Bomarzo. Los comentarios sacados a base de calzador, me remiten a : 1) una ciudad deficientemente señalada, con lo que poco han podido ver, y 2) una ciudad con hermosas señalizaciones, pero como guiaba Marili mientras Jóse conducía, poco han podido ver. Jóse se toma su cena que hoy consiste en un trozo de pan bien regado con agua natural y nos venimos a donde el follón. Comprobamos que éste está formado por un grupo de polacos que cantan. (Seguro que en sus ascendentes debe haber algún vasco) dirigidos magistralmente por un tío con bigote que talmente podría pasar por oriundo de La Gangosa[26]. No merecen más comentarios, entre otras cosas porque ya se han ido. También Marili se ha retirado porque estaba cansada. Según Jóse, es debido a que nos hemos reído de su caída, cuando para ella es un asunto no risible. Jóse se va a leer un rato a la puerta de la tienda. Así, como siempre dirimiré yo solo estas ultimas horas del día y primeras del siguiente. Antes de irse, comentamos la cercana presencia en la mesa de al lado de una jovencita tomándose un vino y leyendo algo que bien pudiera ser una guía. Su pelo es rubio aunque un poco rojizo. Ahora ha pedido un café. Asomo más mi aguda mirada y compruebo que se trata de un capuccino delizioso. Lo prende con la mano derecha de la que extrae un dedo que introduce sabiamente por la asita que emerge de cualquier lado de la tacita. Prende fuego a un cigarro que saca de una pitillera metálica que deja caer, una vez realizado el expolio, ruidosamente sobre la mesa. Debe ser Marlboro, porque, justo al lado de la pitillera con incrustaciones coloristicas, yace olvidado de su necesidad un paquete rojo y blanco, distintivo indudable de la marca a que me refiero. Su pelo es largo. A mi derecha, mientras que Romani, que así se debe llamar el camarero, intenta cobrarle a la chica, se oye el lamento de un italiano con un parecido tal a un amigo mío de Almería que sólo le falta decir "ayudadme hermanicos". Este lamento rezaba "Romaniiii pregoooo, non...", mientras se apoyaba con pulsaciones de brazos indicándole al barman que no le cobre a Ella. El astuto escanciador hace caso omiso a sus pregos y le cobra a Ella. No las debe tener todas consigo. El italo-hermanicos no pierde el tiempo y ataca a una silla, que hay al lado de la rubia-pelirroja, por detrás y apoyado en su respaldo, la pierna derecha al contrario de la izquierda un poco adelantada, ligeramente abierta la sua blusa y con la barbita de camarero de Rey Chico, intenta un acercamiento que queda en eso. Se define por un grupo de australianos que en otra mesa disfrutan ya de la compañía de dos calabreses. Se pone en cuclillas sentado sobre su pierna siniestra mientras es presentado y habla un poco. Se le suma el italo-brazo en cabestrillo, que con la más de sus bobaliconas sonrisas mece su cuerpo en la misma postura que el anterior. No quita ninguno de sus ojos de una de las australianas que se viste con una minifalda blanca y calza unas hermosas sandalias de cuero negro que harían las delicias de Jóse si las hubiera visto. El italo-hermanicos, viendo que no tiene nada que hacer con estas suculentas rubias, se acerca de nuevo a la solitaria del pelo rojo-rubio. El italo-brazo en cabestrillo sigue ora sobre su pie derecho, ora sobre el izquierdo, adorando aquella maravillosa masa de carne con minifalda blanca y sandalias de cuero. ¡¡MALDITO LATINLOVERISMO!!. Su cara expresa la profunda incomprensión del idioma que se habla, mientras los ojos resbalan sobre los muslos y yacen junto a las sandalias de cuero. Hermanicos ha desistido ya de todo y, como no quedan féminas, se despide de la coleta que prestigiosamente porta el expendedor con un "ciao" que pretende se lo repartan entre todos los que allí están aún reunidos. Se marchan las aborígenes tras despedirse de todos y el grupo es seguido a prudente distancia por el italo-brazo en cabestrillo en la tercera posición del baile de los pajaritos[27]. Estamos en la terraza solos la rubia-roja, el camarero-coleta y yo-follón[28]. No es una guía lo que está leyendo. Voy a intentar vencer esta timidez que siempre ha marcado mi vida y me acercaré para saber un poco más de ese libro que tanto requiere su atención. Además queda muy bien que un escritor de mi categoría se acerque al populacho, aunque éste esté representado por una tía tan buena como la rubia-roja.
He conseguido vencerla. El libro en cuestión es: South pacific de James A. Michener. Lo he logrado con la condición de que ella recibirá un ejemplar del libro que presumiblemente estoy escribiendo editado y firmado. Tendré que acordarme de decirle a mi apoderado que me lo recuerde. Manuela Schulz. Österreich. Nuestra conversación discurre por la desesperanza de muchos idiomas compartidos en sus bases más ínfimas y un profundo desconocimiento cada uno de la lengua del otro. Hasta tal extremo, que ella quería quedar conmigo para que al día siguiente, su novio tradujera para mí, ya que el sabía español. En este diálogo profundo y algún trastabille de mi lengua estábamos. Yo disfrutando de sus procelosas galas, ya que iba vestida para un concierto de Vivaldi. Somos interrumpidos por el camarero-coletas. Al parecer existe alguna atracción anterior entrambos, dado que ella deja el libro y comienza a contestar a sus preguntas. "Te gusta leer", asevera el muchacho "sí" contesta mi iridiscente amiga, con ese sí que sólo he oído cuando tenia 16 años y se me agolpaba el trabajo en Aguadulce[29] con las extranjeras. ¿ y qué lees? "......... " contesta ella. Al cabo del rato y por señas entendiéndose llegamos ambos a la conclusión de que se trataba de novelas de tiros, guerras y cosas de esas. "A mí realmente lo que me seduce es la poesía decadentista" Esta frase la acompaño con un movimiento sutil y estudiado de su melena hacia el lado izquierdo y unos ojos soñadores que invitaban a tomarlo entre los brazos y dormirlo como si de José hijo se tratara. Esta y otras frases parecidas hicieron reverdecer algo que yo creía ya superado. Mi loubricidad. Así, hube de desaparecer no sin antes despedirme de ellos como un señor que soy.


CAPITULO 24

Conducimos hasta Pisa a donde llegamos a una buena hora de la mañana, dispuestos a aumentar nuestro personal patrimonio cultural. Vemos la torre inclinada[30]. En otros acercamientos anteriores a esta ciudad, pudimos subir a ella. Esta vez la torre estaba acordonada[31]. Tiene como contrapeso a su cada vez más preocupante inclinación, un montón de planchas de plomo. Visitamos también el Duomo, el Campo-Santo y el Baptisterio. Teníamos entradas también para otro museo, pero me negué en redondo[32]. Marili empezó como siempre "Venga José, que no es lo mismo si no vienes tú". Comprendí que tenía mucha razón, porque, ¿qué mejor obra de arte para ver en un museo que la que pariera mi madre en sétimo lugar?. Así convencido, le pido mi billete pero... ¡¡LA VIN!! En este momento y como bien expresa en una de sus coplas Joaquin Sabina "Cuando menos te lo esperas, va el diablo y se pone de tu parteeee". Saca Jóse los billetes, pues desde el principio del viaje él es el encargado de estos menesteres. ¡SE HA PERDIDO UNO! Esto me proporciona la ineludible excusa para esperarlos. Y... ¿Cuál es la mejor forma de esperar a alguien en Pisa?. EEeeeefectivamenteeee, me senté en la terraza de la cafetería El Duomo, frente a la torre inclinada, desde donde se divisa todo el conjunto arquitectónico, y allí, doblegado por el solaz y envarado por los riñones doy cuenta de una suculenta cerveza que con nívea y virginal espuma me trae un camarero, que, a juzgar por su aspecto, tuvo que trabajar de joven en la construcción de esta monumental construcción que delectante se me ofrece a los ojos como novia enamorada. Estaba aún en la primera cerveza[33], cuando aparecen esas dos criaturas con las que el Señor me paga esta mi dedicación plena a la vida, rebosando sonrisas. Tomaron cada uno una cerveza, olvidándose, a mayor gloria del cielo, de pedir cucharas. De camino al aparcamiento vigilado en que habíamos dejado el inarrancable, vemos una pizzería, y allá que nos sentamos con nuestros huevos morúos sobre tres sillas alrededor de una mesa. Lógicamente se nos tiraron desde las cornisas, donde vigilantes los camareros, ocho o diez de ellos, eso sí, guapísimos, limpísimos.... Y con sus PREGO[34]
Bueno, no nos deslicemos por la resbaladiza vertiente de la dicción gramatical y ciñámonos a los hechos. Y el hecho es que estos chicos monos nos hicieron comer. Bien. He de reconocerlo. ¡¡Peeeroo!! nos regaron la comida con vino chianti[35], lo que no produjo una buena aceptación por parte de nuestros atribulados organismos. Terminamos nuestra degustación y nos encaminamos al aparcamiento, donde el coche milagrosamente arranca a la primera. Dios cierra una puerta, pero abre una ventana. Esto dice el saber popular de mi tierra y en este caso, si no hubiera arrancado, podíamos haber pernoctado varias generaciones en aquel parking. Y quién me dice a mí que, gracias a la yot, al calcio y a tres o cuatro cosas más, aquel parking no hubiese adolecido de psoriasis[36] o que el Duomo no se hubiese llamado desde aquel momento Deamo[37]. Arrancó y no pudimos comprobarlo. Partimos hacia Firenze. Ésta era prácticamente nuestra meta más esperada: poder recorrer Florencia admirando sus calles, sus casas, sus coches y su gente.


CAPITULO 25

Entramos en un campeggio a 30 Km de Firenze. Nunca me arrepentí de ello, aunque si bien no era necesario el uso de grampones como en el anterior, si era necesario el de lianas para desplazarse por él y alcanzar cualquier sitio que se precie de ser usado (retrete, piscina, supermercado...). Por cierto que cuando me quedé solo merced a la escapada de Marili y Jóse a Florencia, pude ver una venus ofreciéndose a la inmensidad del azul con una sola prenda que pugnaba por tapar su lugar que fuera inmortalizado en varias novelas (léanse: El Coñote, La vuelta del Coñote, El Coñote enmascarado...) y sus dos turgentes cuba libres brillantes bronceados de sol. Llegamos al camping a las 5,30 PM Marili se va a la ducha y Jóse y yo nos deslizamos por las lianas al efecto y llegamos a la piscina. Estas piscinas europeas nos igualan a calvos y pelones craneales debido a la exigencia del uso de gorrito para el baño. (Aunque los pelones ya intentan dejar algún mechón de pelo fuera del gorro para salvar las distancias). Llegamos a la piscina muy europeos nosotros. Como lo más normal (y exigible) del mundo, nos metemos en la ducha previa al baño, y cuando terminó el periodo de descongelación fuimos a las lejiacas aguas de la piscina, desde donde Jóse fue requerido por el guarda piscinas para aflojar no-sé-qué con un destornillador. Atardece y el indestructible pitito del guarda piscinas marca el tiempo limite de remojo. En cualquier caso siempre sonaba a las 7,45 PM. Nos acercamos a la eterna búsqueda del hielo.
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Estamos sentados en una escalinata de madera en el Gran Canal de Venecia esperando al vaporetto que nos llevará de nuevo al camping Fussina tras una dura jornada por Venecia y Murano. Una chica, al parecer española, está tirada en las escaleras del ponte di Fornasa. Debe sufrir algún mal extraño, pues ha venido un barco con una lucecita azul arriba que resulta ser una ambulancia, y se la ha llevado.
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Para ello nos acercamos al supermercado. No hay hielo. Compramos algunas cosas y olvidamos otras. Bajamos a la tienda de campaña. Vuelvo a por lo olvidado. Conozco al chico que cobra en este establecimiento que desgraciadamente no me dijo su nombre, porque me hubiera gustado inmortalizarlo. El italiano más simpático que haya conocido nunca. Gracioso, agradable y digno de admiración, dado que creo que ha superado su latinloverismo. Recuerdo expreso al día siguiente en que me acerqué a tomar nota de lo que se cocinaba por la noche en la zona de restaurantes. Iba a comprar tabaco, para lo qué como para cualquier consumición que pretendas tienes que sacar un tique[38] por el valor de la consumición auspiciada. Coincidí en el tumulto con él, y no sé si porque le caí simpático, pues quería practicar su poquito español, me preguntó: Que vasstomar!, a lo que contesto con una frase que ha sido constante en todas mis salidas "cubata larioscola". Por segunda vez (en el relato, que no en el lento transcurrir del tiempo, ya que en éste es la primera vez) rebajo la solicitud a un internacional GINCOLA. Él saca el tique ofreciéndomelo mientras nos despedimos quedando en vernos a las once de la noche en el mismo sitio. Y nos dieron las 9 y las 10, las 11 y las once y media y como no venía me fui. Mientras espero, veo como juegan al billar. Muy mal por cierto. Estos europeos tendrían que aprender de Enrique Arranz, que a pesar de tener que separarse de la mesa un tanto debido a su descomunal barriga, fruto de sus pantagruélicas comilonas, es un portentoso maestro del palo. Alguno de nuestros días de tranquilidad asume el rol de maestro y jugamos un par de partidas. Hoy puedo decir que de cada diez partidas jugadas gano tres en buena lid. Por esto estaba deseando que alguien captara mi grito y me dijera "¿Vistus comi dernante usufructus billar?", cuya traducción a pesar de no ser necesaria la reseñaré para aquellos neófitos en el arte de la poliglotía "¿Teshasuna titi?". Nadie recogió el guante de mi reto. Nunca sabré si es que realmente me temían por mi aspecto de billarista agresivo, o porque allí no había ni un puto telépata. Salgo del restaurante y observo junto al supermercado, muy cerca de una mesa de ping-pong (una mesa muy deteriorada por las inclemencias del tiempo y la criandad que la utiliza), a un grupo de personas que desgranaban melodías acariciando una guitarra de seis cuerdas y sonido folk. Utilicé de nuevo esa técnica que jamás me ha dado resultado y, sentándome en una esquina de la mesa de ping-pong, me sumí en la delectación que podría producir a esos mortales mi famoso "pájaro choui". Ellos se lo perdieron por no poseer sentidos para normales. Terminan sus coplas y me adentro de nuevo en el restaurante. Observo cómo la gente baila al son que marcan dos criaturas desde la cima de un entarimado de madera. Uno de ellos al teclado de un órgano y a la guitarra el otro, interpretan todo tipo de ritmos y melodías. Tocaron un pasodoble. Alcé un lado de la comisura de la boca mientras pensaba "Aquí está el rey de esto". No fue captado tampoco y, como tengo muchas ganas de mear, bajé las escaleras que me separaban del mingitorio y lagrimeé durante un tercio de mi vida. Subía las escaleras y...¡¡DIOS!! HABÍA UNA ELLA!!!. Impresionante. Como aquellas que se desplazaban a España antaño y hace mucho tiempo no veía. Siempre había creído que, como especie en extinción que eran, puesto que no son normales, ya se habían extinguido. Me pavoneé. Ronroneé. Hice círculos en el descansillo de la escalera. Como nada de esto ni de todo lo que se me pudo imaginar hacer dio el resultado lógico que hubiera sido darse la vuelta, mirarme y tirarse en mis brazos, observé por última vez sus pilastras de alabastro y me dirigí a la mansión de campaña.


CAPITULO 26

Amanece el cuarto día de la era Italia, correspondiente al 15 de Agosto de 1.994 de la era cristiana. Tras nuestras abluciones nos vamos a Florencia a las 9,30 A.M. No nos fue muy difícil encontrar el sitio deseado para dejar el coche bien aparcado a una distancia de no más de 500 metros del puente Veccio. Hacia allí encaminamos nuestros pasos para atravesarlo en su tranquila y romántica longitud. Al llegar a su embocadura el sueño se hace realidad y, entrecerrando los ojos, atacamos los primeros pasos henchidos de su historia. Sólo los primeros, pues los segundos, terceros y resto fuimos oyendo únicamente el dulce pitito de los teléfonos de correa que todo aquel que se precie de triunfador en la vida debe llevar. Es como la marca de origen del triunfo vital. Entiendo que el atontamiento producido por la abusiva permanencia ante los aparatos receptores de televisión en los lugares de origen obliga en los momentos de desconexión a hablar con quien tengan al lado, aunque éste sea su pareja. Al no poder soportar esta tensión tanto tiempo, la criminal mente de los que lo saben, ha ideado un sucedáneo que también crea adición, que se llama teléfono portátil. He visto gente en el puente Veccio[39] pasear con su pareja. He visto incluso a ésta aparentar una radiante felicidad de ese hecho, mientras que el interfecto sufre en mueca la ausencia de su parafernalia. De repente: ¡¡¡ CulíCulíCulí, CulíCulíCulí!!!. ¿¿¿ssiiíí???? dice él sacando su colt 45 del cinto, que ríete de la velocidad de Jesse James, ¡¡sí!!, en este momento el ademán ansiático de su primer "sí" ha sido cambiado por una explosión de júbilo al reconocer a alguien en aquel puente donde lo máximo que tiene alrededor es historia, tiendas, un milenario río a sus pies y una malaburra a su lado que huele a lo que siempre olió y dice lo que siempre dijo. En este momento, ella también sonríe, creo yo que porque así él se pondrá de buen humor y, al menos durante media hora tendrá tema de conversación con ella sobre... "pues era tal, y me ha dicho tal, y yo por supuesto le he contestado tal, y ellos están en tal, y se lo están pasando bien, curiosamente me está llamando desde un puente que sun sun sun sun ....." Pero en cuanto le dice al aparatito ¿Dove sei?, va separándose de su pareja , como si ésta fuese tan coñazo que incluso produjese interferencias en la línea. Como queda dicho, ambos dos terminan con cara de satisfacción. Él, porque ha utilizado su sucedáneo, y ella, porque él sonríe. Él la coge por el hombro y así salen del puente. El resto del trayecto ya depende de vaya usted a saber qué.
Pues bien, como digo, atravesamos el milenario puente Veccio encaminándonos a la plaza de la Señoría tras admirar el Palacio Veccio. Disfrutamos del Duomo y de la contemplación de la alta torre que se eleva a su lado. A quien quiera una descripción de ellos, les remito a las guías, que las hay muchas y lo explican mejor que yo .
Lo que no explican éstas son las sensaciones que produce la subida a la torre que se eleva alta junto al Duomo. 414 escalones en caracol de 50 centímetros de anchura, por donde por el módico precio de 10.000 liras puedes, desde sufrir un ataque cardiaco por la pronta elevación de las pulsaciones, como un derrame sinobial que te imposibilite seguir, con lo que habría que abrir en canal la torre para poder descongestionar el camino, como un ataque de asmática claustrofobia debido a lo angosto del escalonamiento, como a la respiración imposibilitada por otras diez mil en el mismo metro cuadrado, como a los mil distintos tonos de olores:
Olor a cosca polaca que encierra un toque cuasi místico-monacal del dieciocho[40].
Olor a francés[41].
Olor a chocho de turca, que encierra un toque cuasi joven núbil dieciochesca[42]
Olor a pachuli[43].
Olor a pedos[44].
Olor a francés[45].
Olores culinarios[46].
Olor a francés[47].
Todos esos olores mezclados, la ausencia de aire para respirar, la mínima velocidad que adquiere la cola, el hecho de subir de lado mirando a la pared mientras que con tu culo rozas todos los culos que bajan aunque sean árabes chiitas hacen que cuando llegas arriba te creas que estas viendo algo sublime. Algo fantástico a lo que muy pocos mortales tienen acceso. Y con razón lo razonas así, porque si le quitas lo que de literatura e historia tiene la visión que divisas, se te queda en tal vulgaridad que estarías dándote tortazos mientras bajas a razón de dos tortazos por escalón. La naturaleza es sabia, y cuando más te tendrías que cabrear te rodea de ese misticismo que sólo tienen los iluminados, y te hacen saborear con verdadera delectación el popurrí odorífico de no sólo Europa, mas de todas las provincias mundanas representadas en este acto por sus más olorosos personajes. Así subimos Jóse y yo, poniendo nuestro grano de olor a esta comunión de culturas.

CAPITULO 27

Se me acaba el gas de la bombona, por lo que me dispongo a mear y a acostarme. No se ve absolutamente nada.


CAPITULO 28

Exhaustos salimos de la torre y caminamos de nuevo hacia puente Veccio. Pasamos por la galería de los Ufizzi, que por falta de tiempo veríamos al día siguiente. Es en esta preciosa calle donde se colocan la practica totalidad de dibujantes y pintores, que con retratos y caricaturas se ganan generosamente su pecunio. Al final de la vía, torcemos a la derecha y bordeando el río llegamos a Puente Veccio. No lo atravesamos. Seguimos este margen del río viendo algunas colegiatas para los chiquillos y ocho o diez duomillos más y atravesamos el siguiente puente. Para poder realizar el rito de la inmortalización cartulínica, hubimos de esperar, cómo no, a que varios humanos terminaran de hablar por sus teléfonos de cintura. Puente Veccio al fondo y de primer plano nuestra belleza española. Al final del puente hay una calle empedrada que baja continuando la dirección del puente y por ella caminamos hasta la confluencia de otra perpendicular que la corta. Hay una pequeña fuente en una de sus esquinas que, lógicamente, y como buena fuente que se precie, está formada por ocho o diez esculturas de Miguel Ángel. El agua está deliciosa. Tras beber, introducimos la cabeza dentro de ella dejando que el refrescante chorro nos alivie del calor que estamos pasando. Nos dirigimos por la calle de la izquierda. Al llegar a la altura del Puente Veccio, torcemos a la derecha por la avenida que nos llevará al Palacio Pitti. A unos quinientos metros aproximadamente, a la izquierda, hay un pequeño restaurantito en cuya planta baja sólo hay cuatro mesitas de velador. En su parte de arriba hay varias mesas dispuestas a ambos lados del corredor con un pasillo central. Nos pedimos unas cositas en el mostrador cuyo precio era aceptable y nos sentamos. Su precio se multiplicó por dos. Cuando estábamos prácticamente acabando, y a alguna señal del señor con traje que hay dentro de la barra, la chica nos retira los platos provocando una explosión de indignación en Jóse y Marili. En medio de esta explosión nos vamos al Palacio Pitti.
Entramos en el Palacio y llegados a un teatro de piedra al aire libre con un obelisco central sustentado por cuatro tortugas[48].
En este teatro, dentro de los jardines de Boboli, en sus gradas de sombra quedo expectante a que Marili y Jóse volvieran de recrear sus retinas con las supuestas maravillas del jardín. Cómo no, como ya llevaba varios cientos de Kms. en mis piernas, fui dejándome llevar por el dulce canto de Morfeo. Tuve la delicadeza de caer de lado, pues, herencia de mi padre Pedro, si caigo cara al cielo, los sonidos que produzco, a juzgar por los entendidos, son de lo más audicionables. Así, empalado en piedras me encontraron a su vuelta.
Volvemos a nuestro acogedor camping, no sin antes empujar con alegría al coche.

CAPITULO 29

Hemos entrado en el camping de Monza. Tras plantar la tienda, en la primera avanzadilla de reconocimiento, hemos encontrado unas hormigas rubias que en número de miles van todas por su propia auto-estrada, llevando cada una en su boca una cosita blanca. Hemos seguido el rastro hasta el origen de la riada para ver de dónde sacaban aquellos panecillos todos blancos, todos iguales. Nos han llevado a la boca de su hormiguero. Podemos comprobar que lo que están transportando son sus propios huevos. Ciertamente no me extraña. La explicación es lógica. Estas hormigas no tienen una hermana Sandra[49] con quien dejar a sus hijos cuando se van de vacaciones, que, a juzgar por lo que encontré en su destino, de eso se trataba. Ando hacia su destino que está a trescientos metros y encuentro que se están metiendo en varias bocas de un hormiguero en cuya puerta un montón de hormigas negras y algo más pequeñas que éstas está afanosamente laborando en el despeje de las varias entradas del conjunto hotelero, donde las nórdicas están metiendo constantemente las cunas donde sus larvas duermen pacientemente la espera de su perfección física para salir al exterior. Esta escena es asombrosamente curiosa. Tengo que preguntarle a Merche[50] el significado de esto, pues en la guía de Monza no viene nada al respecto.

CAPITULO 30

Una vez vueltos al camping de Florencia, volvemos a realizar el mismo rito que el día anterior. Sólo que esta vez Jóse hace uso de un divertimento presente en la piscina. Este juego consiste en un tobogán de agua que largamente gira y gira hasta que la criatura que se deja deslizar desde su principio termina inexorablemente en una piscinita adjunta a la piscina madre, desde la cual se accede desde una puerta coronada por un arquito. Volvemos al campamento levantado en el tercer sustrato, bajo los retretes y lugares de aseo y una vez allí cenamos copiosamente una ensalada preparada por Jóse consistente en maíz, tomate, remolacha y un sinfín de silvestres y multicolores plantas bien sazonadas con sal marina y aceite de oliva, que previamente había ido a comprar yo. Terminada nuestra, como digo, copiosa colación y ayudados por el tranquilo aspecto del anochecer, van cayendo uno a uno, hasta que, solo, me lanzo a escribir unas cuantas líneas de éste, mi diario de a bordo.


CAPITULO 31

Salimos del camping, como siempre buscando la autopista. De camino hacia ella, vemos un COOP, que es un supermercado en un pueblito junto al campeggio. Entramos en él buscando hielo. Lógicamente no hay. Aprovechamos para comprar algo para comer más tarde en Florencia. Pedimos número para la cola de la compra de los embutidos y nos dan el 74, cuando aún van por el 30. Así esperamos hasta que Jóse se apoya sobre el vidrio antimotín que cubre la mercancía en el expositor y estalla el vidrio en mil pedazos. A Marili y a mí nos empieza a dar la risa tonta que cortamos enseguida, porque si seguimos riendo seguro que nos hacen pagar el vidrio roto. Viene alguien. Retira el vidrio y sigue la compraventa como si nada hubiese ocurrido. Nos vamos a Florencia con nuestras viandas. Esta vez cuesta más trabajo encontrar el mismo sitio que el día anterior donde aparcar el coche. En este momento comienzan los cabreos lógicos de cualquier viaje que se precie. Que si lo haces a mala leche, que si me das todos los viajes... Me bajo del coche y le cedo las riendas a Jóse que tras arduos sufrimientos encuentra el sitio exacto. Dejamos el coche y vuelta a atravesar el Puente Veccio luchando con los portadores de teléfonos que a miles pueblan el mismo, y sin más dilación nos encaminamos a la Galería de los Uffizi. Encontrarla no es nada difícil. Basta con ponerte en alguna cola que veas y al cabo del tiempo te encuentras dentro viendo un montón de cuadros de los que salen en los libros. Tanto cuadro cansa como un paseo por la ciudad. Salimos de la Galería a las tres y media PM. Nos dirigimos al coche donde degustamos aquello que compramos con el número 74 regado generosamente con algunas cervezas que por el camino compramos en un establecimiento al efecto. El coche se porta bien y arranca. Nos vamos a Siena. No por nada, por dar una vuelta. Llegamos allí sin comprender cómo era posible una concentración tal de coches. Era del todo imposible aparcar. Yo elegí para ello un lugar destinado a aparcamiento de autobuses urbanos. Comenzamos a andar por la ciudad. Es muy bonita. Por el camino se despeja la incógnita que nos preocupaba. Siena está en su Fiesta Mayor, la fiesta del Corso del Palio. Además, está a punto de comenzar la carrera anual de caballos en una de las plazas de Siena. La expectación que despierta es increíble. Hay varias cadenas de televisión inmortalizando el evento. La Fiesta del Corso del Palio gira alrededor de una carrera de caballos que no pudimos ver en directo por la enorme cantidad de gente que se agolpaba en las distintas entradas a la plaza donde concurría la misma. Existe una secular rivalidad entre seis grupos bien diferenciados por colores en que cada uno defiende su enseña. Este año ha ganado, lo pudimos ver por televisión, la enseña que porta la Tartucca. Termina nuestro periplo por Siena y volvemos al camping por una serpenteante carretera que busca afanosamente Greve, pues desde este pueblo si sabemos llegar al camping. Esta vez no pudimos , por ser de noche, acercarnos al rito de la piscina, por lo que nos contentamos con una ducha, una frugal cena y una encamastrada magistral.


CAPITULO 32

Estamos en la autopista 7 de Milán a Génova. Triste el día 22. Hemos ido a Milán y aparcado en un subterráneo. Salimos a ver el Duomo desde su famosa plaza. Nos metemos en la galería. Compramos cosas y nos vamos a comerlas al coche en el subterráneo. Triste el día. Marili necesita tumbarse tras los acontecimientos del día anterior. Todos nos sentimos mal. Muy triste todo. No creo que venga mucha gente a Milán para quedarse en un subterráneo con un pestazo de muerte comiéndote un bocadillo mientras oyes fuera del coche el motor arrancado para proporcionarnos algo de aire respirable en su reciclar. Terminas tu bocadillo y sales del coche a fumarte un cigarrillo. Y desde allí fuera miras hacia el coche y los ves allí dentro los dos. Triste. Muy triste el día 22.


CAPITULO 33

Amanece el día seis. Éste es el día en que voy a poner a prueba a toda Europa dejándome ver a horas inusuales. Marili y Jóse se han ido a Florencia para ver todo aquello que les quedaba por ver. (Entre otras cosas una sinagoga que Jóse quería ver). Tras una incursión mañanera por el camping, en la cual adquiero el material necesario para empezar a escribir todo esto, vuelvo a la tienda de campaña y con tanta parsimonia como gotas de sudor, la desmonto íntegra, y apilo las cosas junto a un balate al efecto. No puedo pagar el camping porque el papelito necesario para ello se encuentra en el coche y éste en Florencia como digo. Como la vuelta la tienen prevista para las 12 PM, me siento en una silla desde donde diviso la entrada del camping y con una cerveza y un bolígrafo comienzo a desflorar la libreta comprada. Pasa mi nombrado amigo del supermercado que se disculpa de no haber acudido a nuestra cita nocturna. Yo me despido, prometiendo, como ya es consustancial conmigo mismo, una mentira.
.- Ya sé que tienes una guitarra, pues te vi el otro día con ella
.- ¡Sí! ¿tú sabes tocarla? me dice, a lo que yo respondo
.- Una de las mil cosas que he hecho en mi vida ha sido durante dos años trabajar como profesor de guitarra en el Magnum Conservatorio de Almería.
.- ¿Pero... sabes tocar flamenco?
.- ¡ Hombre - contesto yo - ¿Quién no toca flamenco hoy en día? Pero lo que más me gusta es tocar jazz.
.- Si tú quieres, mientras esperas a tu familia podemos tocar un poco.
Menos mal que Dios me ha dado la capacidad suficiente para salir de trances tales.
.- No. Lo vamos a hacer mejor. Nosotros vamos ahora a Roma, pero como el camping que más me ha gustado hasta ahora ha sido éste, a la vuelta pasaremos por aquí para descansar un poco antes de tomar el camino de regreso. Entonces tendremos tiempo para hacer todo tipo de música.
Nos apretamos las manos y se acabó.
Llegan los visitadores de monumentos a las 12 en punto. Tomo el papelito y por muy poco casi tengo que pagar otro día más. Ya montados en el coche, camino de Roma me cuentan que han estado viendo la capilla de Medeci, la Galería de la Academia, la Sinagoga, la Plaza de la Anunciatta, el Porcelino que se encuentra ubicado en la Plaza de la Paja...
Llegamos a Roma, a una muy buena hora. Aparcamos junto a un punto de información, donde aparte de la "mala follá" de la criatura que se encuentra tras la mesa de información, nos cobra 800 pesetas por un planito de Roma. Ésta es toda la información de que dispone el punto I. Nos vamos a un camping que viene en nuestro "Magic Carnet". Guía de campings donde nos hacen un 10% de descuento. En este caso, le corresponde al camping Tiber. Según Jóse "El camping de la Tetona".
Como ya es histórico e ineludible, ambos dos se van de internada de inspección de servicios, etc...mientras que yo, aprovechando mi gorro comprado en el camping Los Girasoles, me voy a la piscina para refrescarme un rato. Cenamos y Marili se va al catre mientras que Jóse me insta a que me vaya a escribir en la terraza del bar provocando lo que páginas atrás se denomina EXPERIENCIA DICTADA POR JÓSE.
Antes de comenzar ésta, estando sentados a la puerta de nuestras propiedades, observamos frente a nosotros a una pareja de chicas catalanas, una de ellas bajita con unas tetas dignas de cualquier estanquera diseñada por Fellini, que es la que da el nombre según Jóse al camping. No nos quitan ojo de encima. Imagino que es a mí a quien miran, pues ya me ha pasado en el viaje un montón de veces. Ha sido una constante en el mismo. Ésta sería su última noche en el camping, ya que, al día siguiente, mientras desayunábamos, las veríamos afanadas en el desmontaje de su tienda y su posterior marcha.


CAPITULO 34


Amanecer en Roma.
Mi cerebro está completamente despejado y ya no queda nada más que desayunar, y realizar las cotidianas doce horas de ejercicio, que como cada día consiste en andar y subir y bajar escaleras. Ahora empiezo a entender el arcano porqué los zapatos italianos tienen tanta importancia.
Una vez todos saneados, acogemos en nuestros estómagos sendos capuccini con sus correspondientes y generosas raciones de pan con "burro". Vamos a recepción, donde René, un negro conductor del autobús del camping, nos llevará hasta la parada del trenini. Aquél, hasta la boca del metro y éste hasta las cercanías del Vaticano. Nos dirigimos a la entrada de la Basílica de San Pedro, pero ni a Marili ni a Jóse los dejan entrar. A ella porque va con un vestido de tirantes y a él porque va con pantalón corto. Entro yo solo y rápidamente me coloco en una cola que no sé para qué es, pero las cosas bonitas siempre tienen cola. Estando en ella ya unos quince minutos me entero de que lo que voy a ver es la cúpula. Otros diez minutos y aún no he conseguido llegar hasta la cabina de venta de billetes. (Luego tendría otra cola en la puerta de la entrada de la cúpula.) Decido salirme de la cola cuando sólo me quedaban unos cinco minutos, pensando en aquellos desgraciados que se quedaron fuera con sus pantalones cortos y su vestido de tirantes. Pero no cuento, error, con la organización italiana. Todo lo tienen pensado. Tienen respuesta a cualquier contingencia. Por ejemplo: No puede Vd. entrar con pantalón corto, pero en nuestro bazar de la esquina puede Vd. encontrar pantalones largos de papel por mil pesetas. No puede entrar con vestido de tirantes, pero en nuestro bazar de la esquina puede encontrar una camiseta por un módico precio.... Así, saliendo yo con lagrimas de culpabilidad en mis ojos por haber llevado pantalón largo ese día, me encuentro entrando a Jóse con pantalón largo de papel y a Marili con camiseta católica. Nos ponemos de nuevo en la cola que yo había dejado ya ocho o diez veces. Les expliqué que era para ver la cúpula. Lo que no sabíamos es que era para verla desde arriba. A Marili, cuando una vez comprada la entrada se entera de que es para ello, comienzan a temblarle sus almas. ¡¡Estamos de suerte, hay ascensor!!. Éste nos quitará la mayor parte del trabajo de subida. Una vez nos deja en la parte más alta a que puede llegar, sólo nos rentan 340 escalones. Así comenzamos nuestra escalada. Estos italianos piensan que nos van a vencer. No saben que el duro entrenamiento de días pasados amortiguan nuestro sufrimiento. Cuando llevamos trescientos escalones subidos, y a tan sólo cuarenta peldaños de la luz, Marili se me sienta en un escalón presa de una insuficiencia respiratoria. "Marili - le digo - haz un pequeño esfuerzo, porque aquí no hay aire respirable y a tan sólo cuarenta escalones el aire es bueno ya que está removido por aletazos angélicos". No sé qué fue lo que la convenció, pero se levanta y acomete de nuevo la ascensión de Marili a los cielos. Una vez arriba, todo es igual que en todas las torres italianas. Miras hacia abajo y ves calles, casas, coches y gentes, que como hormigas corren en todos las direcciones sin topar unas con otras. Bajamos. La bajada es más sencilla, aunque también tienes que ejercitar tus musculitos. Abajo ya, traspasas una puerta y te encuentras con la nave principal de la Basílica. Impresionante. Mucho más grande que cualquier estudio de tele5. Vemos el lugar donde reposan las cenizas de San Pedro, mientras a nuestra izquierda un grupo de japoneses entonan canciones a muchas voces presumiblemente religiosas. Una maravilla. Salimos a la Plaza de San Pedro, y desde allí bordeando toda la muralla vaticana, llegamos a la entrada del Museo Vaticano. Increíble. Entramos, y tras discurrir por mil corredores embovedados y mil salas repletas de artísticos tesoros, llegamos al centro del mundo. LA CAPILLA SIXTINA. Al entrar en ella se encogen las almas, enmudece la voz y la torticolis hace estragos entre la muchedumbre que allí se agolpa y de allí no quiere salir, y que enmudecidas sus voces y almas encogidas en ristre, pugnan por doblar cada vez más la cabeza, tal como hiciera Meril Strip en La muerte os sienta tan bien, para a pesar del calor imperante, toda su piel de gallina, deleitarse con sus frescos que salieran de los mejores pinceles que jamás hayan existido en el mundo. En este punto, en la Capilla, rodeados de cantidades ingentes de guardias de seguridad, unos altavoces que de vez en cuando exigen silencio y recuerdan la prohibición absoluta de hacer fotografías, un señor a mis espaldas con gran sigilo saca su cámara y lanza un disparo fotográfico, lógicamente sin flash ¡Dios le libre de usarlo!. Jóse ve con estupor esta escena y hace lo mismo, pero olvidándose quitarle el flash. Al ruidito de la cámara al dispararse y la fugaz iluminación de la estancia, acude un guardia de seguridad a ambos. ¡Mala putada! Era la última fotografía del carrete y el pequeño motorcito que el diablo les ha puesto a estas maquinas para estos momentos comienza a rugir con una sinfonía de tracción penetrante en aquel silencioso espacio. Incluso los santos están pendientes de la escena de aquel ogro de seguridad acercándose a los sacrílegos. Jóse se introduce rápidamente y sin vacilar la maquina en semejante sitio y, con una cara de muñeco de cartón de la postguerra española, mira al techo. En este momento, es la única persona en la Capilla Sixtina que mira al techo. Todos los demás están mirando a ambos sacrílegos. Yo, que tengo cerca a Jóse, tomo nota de la novedad que supone ir a la piscina del camping con una maquina de fotos marcando tan reluciente paquete con música de tracción. Seguro que no voy a dar abasto a la lógica firma de autógrafos. Las pulsaciones de su desbocado corazón suben a cincuenta por minuto (tiene treinta y seis), mientras el guardia de seguridad sigue acercándose. ¡Signor, prego!, murmura el securiti, murmullo que rompe los tímpanos de los enmudecidos europeos. A Jóse en este momento se le escapan dos pedos que son recogidos amablemente por dos señoras que tiene a sus espaldas, mientras la color huye de sus mejillas. ¡Venga conmigo! dice el guardia mientras coge del brazo al que había hecho la fotografía antes que Jóse. ¡Los milagros existen!.
Salimos al exterior y, como justo enfrente de la puerta del museo hay una trattoria[51], una vez alimentado el espíritu, alimentamos el cuerpo y nos vamos. Jóse y Marili, con ese desparpajo que los caracteriza y esa ciencia infusa para cualquier tema relacionado con la fotografía, cambian el carrete a la máquina. Nos vamos a ver la Plaza de España, donde curiosamente está la embajada de ese país. Una fuente de mierda y una escalera. Es todo. Pues bien, hay miles de criaturas de todos los olores haciendo fotos como condenados. No íbamos a ser menos. Además, que haya constancia de que nos hemos dado el palizón de andar hasta el sitio. ¡Malditos europeos, podían poner más cerca unas cosas de otras!. Terminado nuestro expositivo trabajo fotográfico, nos acercamos a la Fontana de Trevi. Hay que cumplir con la tradición por lo que bebemos agua del chorrito, tiramos la moneda a la fuente, nos hacemos varias fotografías, les damos besos a los guardias... (Esto último pudimos comprobar por las caras que ponían que no era costumbre usual.). ¿Por qué la maquina hace ese ruidito? .- me pregunta Marili mientras me muestra la fotografiadora. Le explico que ese ruidito significa otra paliza de andar, ya que no habían puesto bien el carrete a la salida del Museo Vaticano. Abrí la maquinita, puse bien el carretito y vuelta a poner esa desenfadada y relajada cara de foto, luchando contra la avanzante crispación que el cansancio procura y los temblores que de miles de agujas clavadas en las pantorrillas y pies abiertos en canal hacen que a duras penas te mantengas de pie el tiempo suficiente para el disparo. No me equivocaba. Ese ruidito significaba vuelta a la Plaza de España, para hacer un doblete con el rito fotográfico. Terminado éste, andar hasta el metro supuso un largo lamento por las calles de Roma. Que romanticismo había implícito en todo aquello. El metro nos lleva al trenini, el trenini para en Prima Porta. Preguntamos a un ser vivo que pululaba por allí por la parada del autobús del camping. Sí, es allí, además el conductor es negro y se llama René. Es buena persona. Efectivamente es allí, al cabo de un rato llega René, de piel bronceada, con su autobús y nos lleva de regreso al bendito camping. Los camping siempre son benditos cuando llevas todo el día fuera de él trabajando los músculos. Además, éste cuenta con una piscina para tu refresco, una sillita junto a la tienda para tu solaz y descanso y tu libro, tu retrete... Marili se acuesta como siempre a las diez y Jóse y yo nos acercamos al bar a tomar un cubatilla. Jóse tarda muy poco en irse. De hecho se va antes de que pongan los cubatas, de manera que me tengo que tomar yo los dos. Fue esta noche cuando contacto con la representante de la Europa austríaca.


CAPITULO 35

Dejé de escribir ayer en el camping de San Remo. He tomado el volante en esta ciudad, y lo dejo a pocos kilómetros de Barcelona. Lo toma Jóse y yo paso atrás para seguir la narración.

CAPITULO 36

Amanece el día diecinueve. Cumpleaños de Marili. Ayer fue el santo de Helena y no la llamamos. Muy malo. Ducha. Desayuno. Pagamento. Ciao René. Su sonrisa negra desde su atalaya de ruido y chapa. Cambio. Camino de Bolonia. Parada en Bomarzo. Esta parada es una de las pocas paradas que estaban programadas desde aquellos ya lejanos días en que hablábamos de que íbamos a ir a no sé dónde. Decíamos: ¿Vamos a ir a Irlanda? .- Ah Muy bien pues paramos en Bomarzo. ¿Y a San Petersburgo?. Perfecto, paramos en Bomarzo. Así, a pesar de haber ido a Italia, paramos en Bomarzo. A la entrada de los jardines de Bomarzo, llamamos a los niños disculpándonos de no haber llamado el día anterior que, como ya he dicho, era el santo de Helena. Una vez aceptadas las excusas, compramos los billetes y una guía explicativa. Al parecer hace un montón de años un ser vivo con muchos cuartos que vivía en Bomarzo se hizo un jardincito a base, lógicamente, de sus plantitas y sus demás, pero también consiguió que buenos y hermosos escultores esculpieran para él en piedra las maravillas más maravillosas. Este ser vivo dejó de serlo pasando a engrosar las filas de la Santa Compaña. Nadie ya jamás le hizo caso a este majestuoso jardín. Quizás les pillaba muy retirado y no tenían ganas de andar mucho. Quizás no tuvieran mucha cultura, pues mírame a mí, desde Almería, para verlo, son aproximadamente cinco mil kilómetros. (¡Maldita cultura!). Este jardín, pues, queda olvidado, abandonado, la espesura lo cubre todo, nadie sabe nada de él. No hace tanto tiempo, un ser vivo, compró toda la extensión de terreno aquella por tres perra gordas. Un buen día, unos pastorcillos que trabajan para este ser vivo le comentan que, en los pastizales de tal y entre los zarzales y demás hay una especie de estatuas muy raras. Este ser vivo va a verlas, y como buen vivo, no ser, piensa... PASTA. Lo arregla un poco y ahí lo tienes. Retomamos el camino a Bolonia comiendo por el camino un bocata, llegando a Bolonia a las 3. 25 PM. Nos dedicamos a buscar la universidad, pero como no la encontramos, salimos de ella (tampoco era tan importante). Pero lo que sí lo era son las dos torres (aquí en Italia se ve que in illo tempore no existía la plomada. Todas las torres están dobladas. En este caso, cada una está inclinada la una hacia la otra, con lo que vistas desde lejos tal parece que se cruzan).
Tomamos la dirección de Ferrara (que nos pilla de camino a Venecia) para ver los Jardines del Palacio de los Fizzi-Contini. Después de mucho andar buscándolo, paramos en un quiosco para comprar un planito de Ferrara. No llegamos a hacerlo, pues esta señora que se encuentra dentro del quiosco para vender todas esas cosas que allí se venden, seguro que ha estado en Bomarzo, pues nadie sin cultura suele decirnos más sobre la obra de Bassani en menos tiempo. Que si Bassani había recogido historias y había ambientado la obra en trozos de jardines de acá y de allá, que sí había existido, pero que estaba ya tan desaparecido que nada y sunsun y sunsun...) Seguimos a la próxima estación. VENECIA. Llegamos al campeggio de Fusina a la 4 PM., estoy dejando la documentación en recepción cuando a mi espalda una voz en tono de súplica me dice: -¡Oye, por favor! Por qué no te esperas y me dices cómo hay que entrar en el camping. Es que es la primera vez, hemos venido mi mujer y yo solos con la tienda que nos han dejado los niños (intenta pagar en ese momento) ¡ No, pagar es lo último que harás en el camping! me apresuro a apuntar. En este momento, improviso un cursillo acelerado de "qué hacer cuando entras en un camping por primera vez con tu mujer y una tienda prestada por los hijos". Acto seguido le dije que me siguiera como clase práctica y buscarle un sitio bueno. Para quedar bien con la clase practica, me sirvió bastante el hecho de haber visitado este camping varias veces en años anteriores. Quedé como un hermoso profesor de la vida que ayuda a padres desvalidos. Montamos la tienda y como aún es temprano, nos vamos a Venezia Venezia. Han cambiado la parada del vaporetto, autobús acuático que nos lleva hasta el Gran Canal. Antes salía desde su parada a 50 metros a la izquierda de la puerta del camping. Hoy lo hace a cincuenta metros a la derecha. Junto con el "bono-vaporetto" te dan unos tiques para una vez en la parada del Gran Canal, poder atravesarlo en góndola. Como llegamos tarde no pudimos tomar la góndola. Tienen un concierto con el vaporetto hasta las siete de la tarde, hora en que le ponen la manta roja a la góndola y cobran suculentas liras por dar una vuelta a los turistas enamorados, y a los japoneses. Por ser esta estación del Gran Canal terminal de vaporettos, paran aquí y dan la vuelta. Así, nos montamos en uno que nos deja en la orilla contraria ( treinta segundos escasos) y nos cobran sólo 13.500 liras. Ya en el otro lado, y cabreados por esta circunstancia pecuniaria, nos adentramos por callejuelas sin par hasta desembocar en la Plaza de San Marcos. Andamos por ahí un rato extasiándonos con las cascaras de los maravillosos frutos que nos comeremos mañana. Andando nos acercamos a Puente Rialto para pasar al otro lado del canal y una vez atravesado el mismo, no sin antes haber inmortalizado la hazaña en dura pugna con los porteadores de teléfonos, encontramos un pequeño restaurantito que con velas en sus veladores, el puente al fondo y a su derecha el dulce trino de los gondoleros, nos invita a sentarnos. Sí, no, sí, no... (Esta decisión que tanto nos ha caracterizado durante el viaje). Llegan otros por detrás y deciden por nosotros quitándonos la única mesa libre que queda. Son las 8 P.M. y Jóse recuerda un restaurante justo al lado de la parada del vaporeto. Allí nos encaminamos. Nos introducimos en el laberinto de puentes, canales, plazas con fuentes, callejones sin salida ni vida, y un sinfín de etceteras que te van cautivando poco a poco. Y si por un momento has pensado que un plano de la ciudad te va a ayudar, tenías que pensar que esto también lo tienen calculado los europeos. Y para que todo sea más romántico (antes a esto le llamaban más difícil), eliminan el noventa y nueve por ciento de farolas o cualquier tipo de aparato que dé luz. (Así una vez encendimos una linterna para ver un mapa en plena calle, osados que somos, aparecieron ocho o diez guardias con pinta de maricas (perdón estos eran en el Vaticano) y nos decomisaron la linterna. De esta manera, buscando en el mapa señales de humo, con los ojos enrojecidos de tanto mirar el mapa en la oscuridad al principio y luego de tanto llorar desconsoladamente nuestra pérdida, llegamos a la parada del vaporetto cercanas las Navidades. Milagrosamente no ha salido aún. Ochocientas personas se disputan el honor de entrar los primeros en un vaporetto que todavía no ha llegado. Arriva. Cuando ya está prácticamente lleno, quitan la escala y se organiza un follón enorme entre un pastor de extranjeros (les llaman guías y se distinguen de los demás en que les huelen los sobacos y llevan el brazo en alto portando unos un periódico, otros un parasol, otros un pañuelo...) que por poco llegan a las manos. Tienen razón a mi juicio los dos. El del barco, porque no es su culpa el fallo de la ORGANIZACIÓN, esa máquina que está detrás de todo, que todo el mundo habla de ella, pero que no tiene ningún representante con el que entablar algún dialogo, o a veces pegarle esas dos hostias que siempre es necesario darlas y siempre se las lleva alguien sin culpa. En este caso, si el pastor no se pone así, pasaría delante de sus borregos como alguien de la ORGANIZACIÓN con responsabilidad desde ELLA y para con todos, y todos tendrían que darle hostias impulsados por sus respectivas vacaburras, lunares sempiternos que en estos trances les achacan a los maridos su participación directa y alevósica en la ORGANIZACIÓN. Mientras el vaporetto parte con su carga de carne, parte de ella es parte del tonelaje del pastor aludido, aparece otro vaporetto. En este momento, el del barco que parte y el pastor comienzan a mover veloz y rítmicamente, hacia arriba y hacia abajo las manos, dedos todos unidos en sus puntas al final de un brazo doblado por el codo, que indolente y quieto espera que la mano deje de moverse colérica. Este movimiento lo acompañan con un sonido monosilábico y bicorde, que va desde una "e" controlada por una expulsión de aire de fuerza 12 hasta la misma "e" con fuerza 8, y vuelta . Los ojos fijos en los del contrario. Sólo los diferencia una cosa y es la dirección de las comisuras de los labios, que en el del barco van ambos lados hacia arriba enseñando en perfecta hilera su dentadura, le acompaña la mirada del ganador. Y en el del pastor van ambas hacia abajo, su bigote imposibilita ver sus dientes.(Si no hubiera tenido bigote, en este momento le hubiera salido, estas cosas son así). Le acompaña la mirada del "si no fuera por mí...".
En el otro vaporetto surgido de la nada, obra maestra de la ORGANIZACIÓN, nos montamos y nos llevan de regreso a Fussina. A la llegada al camping nos espera, como sucedería al día siguiente, una juerga de alcohol por parte de un grupo de australianos, que haciendo honor a sus orígenes saltan desbocada y largamente una y otra vez al compás de la siempre misma copla "American pie" sobre una mesa, improvisado tablado que a duras penas soporta el vandálico grito de mil gargantas que al unísono acompañan al cantautor. (¡Que viejo estoy!). Nos acercamos al restaurante que está junto a la juerga y damos buena cuenta de nuestros platos colacioneros servidos por un simpático camarero, que como cualquier camarero que se precie parece hablar ocho o diez idiomas, que se queja de los australianos de lo que en España nosotros nos quejamos de los alemanes. Esto es, que parece que en su tierra no beben y vienen al mediterráneo para poder hacerlo. Cenamos y con una lata de cocacola nos vamos a nuestra tienda junto a los portugueses. Ellos como siempre a la tienda y yo a escribir. Que se fastidien, pues yo seré al final inmortal y ellos no.

CAPITULO 37

Nueve horas del día 20 (9I). Salimos del camping vía vaporetto a Venecia. Nos espera la góndola para pasar el canal. Se nos hizo raro el regalo que nos dieron al entrar en este navío a cada uno de los que nos montamos. Un cazo con un pequeño manguito. Descubrimos que no era un regalo, sino un arma prestada para defendernos en alto canal de los depredadores. Cuando una góndola lleva a un par de enamorados no pasa nada al cruzarse con un barco de mayor cabotaje, porque el agua desplazada por su paso no alcanza la cubierta. Pero cuando en una misma góndola meten a trescientos veinticinco pobreticos, ésta prácticamente va bajo agua, y al cruzarse con otro barco, tenemos que hacer uso de nuestras armas achicando el agua que penetra y penetra.
Este día lo pasamos exclusivamente mirando escaparates, que son los monumentos que menos colas tienen en Venecia. El veneciano que no tiene una góndola, tiene una tienda. Llegamos a la Plaza de San Marcos y por fin nos comemos el fruto que la cáscara encierra. Entramos en la catedral, que bonita o no, hay que reconocerle una agonía en constante lucha. Bajo todas las bóvedas, el suelo se está levantando de su centro. Esto nos habla de la presión de los apoyos de las columnas que en su desplazamiento debido al hundimiento, hace que se separen los arcos maestros que a su vez soportan las bóvedas. De esta manera, los pilares forman una V, dejando al observador maravillado del equilibrio que puede existir en un conjunto que sufre la brutal fatiga derivada de las presiones a que se encuentra sometido.
Vemos el Palacio Ducal. Muchas armas, algún cuadro y el puente de Los Suspiros. Sobre éste, mucho europeo que no entra a verlo y que está desplazado en viaje de ilusión con su potroyegua (Se denomina así a la vaca burra cuando aún no ha tomado el bastón de mando), a la ciudad del agua, sabe que se llama puente de los suspiros y lo miran con esa cara de ternero degollado que sólo ellos saben poner y suspiran mientras que piensan que han cubierto una etapa ineludible de su viaje. Nada más lejos que el amor es el motivo del suspiro del puente, que toma su nombre de los lúgubres aullidos de los condenados que purgan sus culpas en los calabozos y salas de tortura que allí se encuentran. La gente, a su paso por el puente que existe a la espalda del palacio, podía disfrutar de las bellas canciones de camaradería de los reos cuando eran pasados por el potro de tortura, y que salían por los grandes ventanales de 0,30 x 0,30 cm que se abrían en los ligeros tabiques de 90 cm de espesor. Así dieron en llamarle puente de los suspiros.
Como ya habrás comprobado tú, mi único lector, si has tenido la paciencia de haber llegado hasta aquí leyendo, en la plaza de San Marcos, como viene siendo costumbre en plazas continentes de duomos, hay una torre exenta. Estas torres tienen un cierto imán para nosotros los mortales, así que pensamos subir para poder sufrir un poco más si cabe. Marili, que a parte de una basta experiencia en subidas tiene una basta asma, se niega a hacerlo. Vamos Jóse y yo a echarle huevos y subirla. De todas formas últimamente no siento las piernas. Andan solas. Tienen su propia autonomía y control sobre ellas mismas. Hasta tal extremo que me cabreo y me paro cruzado de brazos, aspecto serio en ceño fruncido. No se me mueve de cintura para arriba ni uno de mis músculos, pero me voy moviendo hacia adelante ora a graciosos saltitos, ora a ritmo de samba, de tal manera que parezco una de esas rusas que se desplazan por el aire. Bien vamos a subir, así que nos ponemos a la cola mientras que Marili se va a seguir practicando su deporte favorito, ver escaparates. No contamos con que el progreso ha dotado a la torre de un precioso elevador eléctrico. Jóse, sube tú solo, que voy a buscar a Marili para que la pobretica disfrute también de las alturas sin fatigas. Buscar a alguien que parezca una persona es absolutamente imposible en la Plaza de San Marcos. Es obra que sólo podría hacer mi hijo José, porque tiene la ventaja de contar en sus estanterías con la colección completa de "encontrar a Waly". Esto le debería ayudar un poco porque prácticamente es lo mismo, sólo con la diferencia de que la Plaza de San Marcos se mueve, (Esto se nota más por el hecho de verse por encima de todas las cabezas los periódicos, parasoles, guantes, mapas etc.. de los pastores de la ORGANIZACIÓN.) lo que dobla su dificultad. Lógicamente no la encuentro y me pongo a llorar en una esquina mientras voy dándole puntuación a las hembras europeas que pasan frente a mí. Pocos aprobados hasta que aparece mi vacaburra más tarde de lo pactado en el sitio convenido. Esperamos a Jóse. No viene. Esperamos a Jóse. No viene. Voy a buscarlo. Me lo encuentro recién bajado de la torre. ¡Joéé! estoy esperando allí arriba a que subáis. Menos mal que he bajado. Los guías ya llegaban arriba con sus guiados y me señalaban como parte del paisaje. Nos sentamos en una escalerita. Tras nosotros una expendeduría de bocadillos. Nos tomamos uno bien regado de cerveza y nos vamos a Murano. Haré un inciso para decir que, cuando llegan amigos y mi sobrino Pedro Soria Bretones a la casa a tomar copas, suele pasar que les saque una copetería de Murano que orgullosamente poseo. Pedro, al parecer con ascendentes rusos, rompe de vez en cuando dos o tres. Sirva esto como introducción al encuentro de las mismas copas y yo en su tierra natal Murano. Yo muy YO, hago mis cuentas mentales: "Vamos a ver, Pedro ha roto 16 copas de agua, 12 de vino, 8 de champagne y cinco de licor, pues aprovecho que aquí son más baratas y las restituyo para que Pedro pueda seguir con su entretenimiento favorito". Craso error. Si valen más baratas, pero su valor asciende (la más barata) a seis mil pesetas la unidad. En este momento, pienso que al llegar a Almería voy a alquilar una caja fuerte en un banco y meterlas allí en tanto que Pedro se queda manco o pierde esa curiosa manía que hasta ahora sólo se la conocía a Rosa[52]. Sí hombre, la mujer de Mariano[53]. Haciéndome estos votos, seguimos viendo Murano le verre. Es curioso. Llegamos a Murano un grupo de personas normales de todas las leches, y al llegar, hay una criatura en la parada del vaporetto: "Vamos señores, pasen rápido que está a punto de comenzar la última demostración del soplado del vidrio". "Vaya", - pienso yo "que suerte hemos tenido, seguro que en este vaporetto viene algún grupo de la ORGANIZACIÓN y esto forma parte de su culturización y gozoso divertimento". Nos colamos con todos en un horno, donde en su centro hay un señor mayor manejando una barra metálica hueca, en una punta su boca y en la otra un trozo de pasta de vidrio al rojo vivo. En el mismo centro del local y colgado de su techo, hay un micrófono olvidado. Cuando estamos todos aposentados (Marili y Jóse apos, yo sentado), llega un joven agresivo impecablemente vestido que acordándose del micrófono lo coge y comienza a narrarnos lo que aquel vejete "maestro de maestros" iba a realizar. Éste coge unas tijeras y con cuidado esmero trabaja hasta que le sale un precioso caballo multicolor. ¡La vin! Es impresionante. No en vano es el mejor maestro según nos dijo el bien vestido. Aplaudimos como patos y nos sueltan en una exposición de productos terminados. Allí es donde veo mis copas, objeto de las iras de mi sobrino, aunque conservo la esperanza de que le dé ahora por las gafas[54]. Ya ha comenzado a entrenarse con las de su novia Lourdes, a la cual previamente ha convencido de que son feas, malas y nefastas para que ésta no llore cuando él de rienda suelta a sus instintos más depravados. Salimos de esa exposición y a diez pasos escasos de ésta nos metemos en otro horno. Aquí no había empezado la demostración todavía, así que solo vimos a un pobre currante del tres al cuarto que estaba haciendo caballos irisados a razón de ocho caballos cada peo. Más bonitos, más artísticos y mejor terminados que los del "Maestro de Maestros". Y es que lo tienen todo perfectamente diseñado. De hecho una señora que con nosotros en el vaporetto con una bolsa de pan en la mano. El recolector de europeos que dice "todos al horno ¡ar!. La señora que dice: Aspeta que io sono de qui, ¡latte!, que io porto el panini per el mio maritto qui me aspeta in calzoni con la sua camisetta di tiranti, ¡coño!. La cogieron entre tres y por ellos tuvo que entrar en el horno, pasar por la exposición y para poder salir, tuvo que comprar un caballo. Salió la buena señora diciendo: ¡La fica!, io tengo en la mia cassa piu caballi que en la piu grande batalla di Napoleón. El mio maritto pensa comprare un microffono e traere qui, a la mia cassa a tuti le europei. Tras este altercado, nos vamos de Murano cada uno con nuestro caballo. El vaporetto hace un alto en alto canal y allí pudimos tirar todos el dichoso caballo. (Todos llevábamos uno excepto los japoneses que llevaban un saco cada uno). Llegamos a la plaza de San Marcos. Una vez en la vida no es mucho, así que nos sentamos en una de las terrazas amenizados por un grupo de dos violines, un piano, un acordeón y un clarinete. Este último fue el que me sacó de dudas. ¿Se per voi que io pagamento trenta sette mile lire per tomare due yelatti picolo e un lemon glasse??. ¡Clarinete!! contesta él. Aprovechamos para escribir desde aquí a Pedro y Larro y para mandar una postal que me encuentro con la dirección puesta pero sin sello. Carla le dice a ¿? que lo espera un día para dar una vuelta por Venecia en góndola. Yo le escribo unas palabras "Dile a Carla que la próxima vez pierda la carta con el sello puesto". Así que tras disfrutar de esto y de aquello nos levantamos y andamos unos diez kilómetros entre callejas y Marili compra un bolso por cincuenta mil liras a un negro que quería ochenta mil por él. ¡No es nadie la joía!. Nos vamos a coger el vaporetto, pues como ya digo las góndolas cierran su transbordo a las siete. Pasamos el último puente donde casualmente había un señor llamando por teléfono y a la bajada vimos aquella chica en el suelo. No se que fue de ella, aunque me hubiera gustado. Es como siempre. Como si un broche no cerrase bien y no estuviese cumplido el viaje. Llegamos al camping. El camarero de las mil lenguas nos reconoce y me pone mi pollo directamente, me regala una lata de coca cola y nos vamos a la tienda donde los portugueses, y como siempre, cada uno a lo suyo. Ellos al solaz y yo a la inmortalización.

CAPITULO 38

Amanece el día 10-I. Levantados, ablucionados, recogidos, desayunados y pagados, encarrilamos el indestructible mal oloroso aunque no arrancante en la dirección de Verona. 10 días es mucho. Jóse ya no cabe en el asiento trasero. Sus ojos están tomando un inquietante tono marrón. Esta mañana le iba a decir que se limpiara la cera de las orejas y cuando me he acercado me he dado cuenta de que no era cera. En el camino, su habitual jovialidad, aquella que le hacia cantar por Battiato y por Sakamoto, se ha ido apagando, apareciendo ojeras, manchas marrones en los ojos y cera que no lo es en los pabellones auriculares. De aquesta guisa llegamos a Verona. Aparcamos en una calle cuesta abajo cerca de la puerta de la ciudad antigua. Ayudados por ocho robustos veroneses logramos sacar a Jóse del asiento trasero. Si conseguiamos estabilizarlo de pie todo estaba arreglado, pues el efecto "rusa que se desplaza por el aire" funciona perfectamente en Europa. Comenzamos a bajar la calle que nos lleva a la puerta de la ciudad antigua. Pasándola nos espera un teatro romano al que Jóse le dedica una petrificada mirada de vidrio marrón. Lo bordeamos, mientras Jóse, dientes al aire y barbilla por la rodilla sigue con la mirada hincada en el teatro, hasta que una vez pasado, y no porque existiera peligro ya que en Europa las piernas adquieren una personal e intransferible cordura, sino simplemente por estética, le giramos la cabeza 180 grados con la lograda pretensión de colocarle la nariz en línea con el ombligo. Jóse sigue andando hasta que llegamos al balcón de Julieta. Mi guía personal en temas anglófilos, que es Marili, me explica que Shakespeare jamás estuvo en Verona, que todo es mentira y que los italianos le están sacando una pasta curiosa. 5.000 liras entrar en la casa y asomarte al balcón para que tus acompañantes te puedan hacer la inmortalización procedente desde el patio, donde, cómo no, han puesto un restaurante amoroso. Sube Jóse al balcón y los pies le gastan la mala jugada de bailar una jota. Enseguida comienzan los Europeos y extranjeros a lanzar sus máquinas inmortalizadoras, que las había de todos los tipos, contra él, pues su aspecto no era exactamente el de Julieta asomada románticamente mientras le lanza una sabana a Romeo requiriendo una loca noche de amor. Entre otras cosas, Julieta aún no estaba embarazada y lo que echaba a Romeo era una sabana y no una barbilla bajo su rictus vidrioso. Además, la jota, más que jota, y por su parafernalia corpórea, tal parecía la danza de los cagados vivientes. Salimos de allí y nos vamos a una placita preciosa, donde Jóse se funde con el marmóreo banco donde se sienta adquiriendo su pétreo aspecto. Jóse, vamos a ver la casa de Romeo que está aquí al lado -dice Marili. El aspecto de Jóse, cada vez más alarmante y la ausencia de movimiento alguno ni respuesta, hace desistir a Marili de su presencia en el evento. La sigo yo y vemos lo que la calenturienta sagacidad de los europeos ha inventado, que es la casa de Romeo. Volvemos a la plaza y en la misma posición que se quedara está Jóse. Nos vamos a comer un bocata. Al oír esta palabra parece que Jóse reacciona algo. Podrá estar como quiera de lo que quiera, pero la palabra perdón cuando se trata de comida, no se encuentra en sus neuronas. Así se toma ocho o diez bocadillos. Como no se encuentra bien y él es consciente, creo, ha bajado su ración a limites, para él, bajo mínimos. La comida del bocata estuvo sazonada por la lucha a brazo partido con las avispas. ¡Una avispita! y recordando los días en que enseñaba a Joselillo y Helena que éstas, si las tratas bien, no hacen nada[55], expongo mi bocadillo a sus fauces, ella coge un trocito y se lo lleva a sus hijitos. Dos avispitas, tres, siete... La lucha ya es enconada. Al final ganan ellas y les tiro mi almuerzo que desaparece antes de llegar al suelo. Miro a Jóse. Sigue con la misma expresión, aunque ha comenzado a sudar y una de dos, o lleva rímel en todo el cuerpo y se le está corriendo, o no es agua lo que esta exudando. Se ha dejado tres bocadillos habiendo ingerido solo cinco. Lo ponemos de pie y le apretamos la barbilla con la correa artísticamente a un costado para dejar libre las piernas para que ejerzan su misión. Su aspecto cada vez es más y más preocupante. Uno de sus párpados le tapa una tetilla. Tenemos que hacer algo. Vamos al coche y tras meterlo dentro, nos dirigimos, yo al volante y Marili al plano, a buscar una farmacia de guardia para obtener algún desatrancador natural, único desatrancador que Jóse estaría dispuesto a tragar. Llegamos a una farmacia de guardia. ¿Alguien lo dudaba?. Eso sí, tras habernos metido por todas las direcciones prohibidas que encontramos. Hasta tal extremo fue así que entramos en una placita con veinte calles de salida, ¿Por dónde? , pregunto, su respuesta no pudo ser más lógica. Por aquella que es prohibida. Llegamos, y como no podemos parar el coche, entre otras cosa el empujador oficial va tirado en el asiento trasero con la barbilla graciosamente atada a un costado con una correa, sale Marili a comprar un expulsor. Vuelve Marili con la nariz arrugada, cosa que sólo sucede cuando de lágrimas la risa la posee. Cuando se le pasa un poco, nos cuenta:
.-Bon yorno signore le espeta Marili en un perfecto italiano, digno tan sólo de un Dante - Io voglio un laxante per le mio maritto
.- Lei volio questo in jarabe o pastillis le pregunta el mancebo europeo, mayor, alto, elegante pero no todo lo guapo que fuera de desear. Claro que este último punto estaba perfectamente superado por la arrolladora simpatía que caracteriza a casi todos los italianos.
.- Le due dice Marili.
.-Noooo!! le responde el mancebo con tantas oes redondas como sus ojos en este momento. - qui le passa al suo maritto? pregunta el engañado mancebo, pues no puede saber que la medicina aún por definir no tiene que ser para su marido, ya que este tiene las cañerías perfectamente de forma, a excepción, eso sí, de las que portan la sangre, pero no era éste el tema a trato.
.- Fatto otto die qui non... aquí su conocimiento del idioma le gasta una mala jugada y no sabe o no quiere decir "que no caga".
.- Qui non dorme?
.- Non, qui non...
.- ¡¡Aahh!! dice el mancebo- qui non... y mientras duran los puntos suspensivos recorre con el dorso de los dedos hacia adentro su cuerpo desde la altura del pecho, volviéndolos poco a poco hacia afuera mientras las manos van bajando hasta las partes pudendas, en que las manos se separan hacia los lados mientras que las palmas forman unas perfectas paralelas con el suelo.
.- Veramente le contesta Marili
.-Va bene, qui prenda questo y le alarga un bote con cosa dentro.
.- Tutto? pregunta Marili.
.-¡¡Nooo!, una cucharatta de minestrone alora e dopo a la notte, due. E domani... y mientras duran los puntos suspensivos recorre con el dorso de los dedos hacia adentro su cuerpo desde la altura del pecho, volviéndolos poco a poco hacia afuera mientras las manos van bajando hasta las partes pudendas, en que las manos se separan hacia los lados mientras que las palmas forman unas perfectas paralelas con el suelo.
.- Ma sei securo que... y mientras duran los puntos suspensivos, Marili, como antes hiciera el mancebo, recorre con el dorso de los dedos hacia adentro su cuerpo desde la altura del pecho, volviéndolos poco a poco hacia afuera mientras las manos van bajando hasta las partes pudendas, en que las manos se separan hacia los lados mientras que las palmas forman unas perfectas paralelas con el suelo.
.- ¡Espetiamo, siniora, espetiamo!.
Con ese espetiamento nos vamos camino de Milán. Aquí preguntamos por un camping y, como no es una ciudad turística, no tienen y nos mandan a Monza. Camping limpio. Buenos servicios. No hay tienda. Acaso en la barra del pequeño bar encuentras alguna cosa, pero poco. Encontramos un valenciano que se pone muy contento por encontrar a alguien que no sea extranjero ¿?. Va en una caravana. Se me acerca. Me le acerco. Comenzamos a hablar hasta que él lo hace de tal guisa que es imposible meter baza en este sunsun, con lo que queda entablado el monólogo. Nos enteramos de que ha estado en muchos sitios y que a veces se queda dormido en el coche. Una explicación con pelos y señales de cómo manejar una caravana cuando hace viento o cuando la adelanta un TIR. Pienso que comprar una caravana exige un cambio de mentalidad. Mientras esto sucede, 3 alemanes jóvenes están montando su tienda a pocos metro de la nuestra. Me acerco a ellos ya anocheciendo, aprovechando que Jóse y Marili han ido a comprar no sé qué. Me invitan a un vaso de vino y estamos de charla hasta que llegan Marili y Jóse. Se unen al grupo y la conversación se hace por momentos más interesante y ruidosa. En un momento determinado, el valenciano parece que se enoja porque no puede dormirse con el ruido. Son las 11 PM, así que nos vamos a mi tienda que está más separada y allí seguimos la juerga hasta las 12,30 y nos acostamos.
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"Je m´appelle Voiku ..., et j´habite à Deggendorf (Hengersberg). Ce soir j´ai rencontré une famille vraiment sympa d´espagnols. J´étudie "computer science", je suis en année terminale. J´ai lu ça quelque part et je voudrais l´écrire (Cela ne m´appartient pas) : " Ne prenez pas la vie trop en sérieux, de toute façon vous n'en sortirez pas vivant". Merci pour votre amitié
(firma)
Deutshland.
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Ich heie Thomas Kraus und komme aus Deggendorf. Im moment studiere ich Maschinenban an dei Akademie in Ravensburg. Aber wenn einmal Zeit besteht, gehe ich auf Reisen, denn dies ist etwas Wunderbares. Dazu fällt mir spontan ein Vers zum Alendlu ein (frei gechichtet oder so ähnlich):
Reisen ist etwas schönes,
Reisen ist etwas wunderbares,
Man lernt viele nette Leute kennen,
und es stimmt doch,
alle Menschen sind gleich!
(firma)
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Schreiben für Frunde, für Leute mit der ich sehr zarecht komme, was für mich immer ein ProbleMarili Ich bin der Typ, der alles auf eine Karte spielt und alles liber direkt ins Gesicht sage. Ich liebe zu philosophiren aber ich mich trove meistens nicht und deshalb spiele ich meistens denn ruhigen Typ var.
Die Ausecheinung kann tauschen!
Jetzt gerade warde ich gebeten über das zu schreiben was wir bis jetzt gemacht haben.
Wir sind von zu Hause über München nach Insbruck gefahren und dann über der Brenner nach Bolzaro. Dart haben wir zum eisten Mal übernachtet, natürlien schwauz. Am nächster Tag sind wir nach Laco di Garda gefahren, wo wir Tage gebliben sind. Am vierten Tag sind wir nach Milano gefahren wo wir zum ersten mal in einem Camping geschlafen haben und wo wir sie kennengelernt haben. Des Rest wissen sie ja!
(firma)


CAPITULO 39

Día 22. Día para olvidar. 11 de Italia. Día para olvidar. Mal día para unos y uno de los mejores para otros. Jóse ha dejado una hermosa impronta en los servicios del camping. Han tenido que venir los poceros. Ha vuelto con lagrimas de felicidad. Buen día en comienzo para él que luego se trastocaría. Marili se levanta mal. No puede ir sola a los servicios y me acerco con ella. Va tiritando y con un dolor de cabeza digno de mis años jóvenes. No quiere entrar sola porque al ser el último día de su vida quiere tenerme cogido de la mano. Vomita hasta su primer apellido mientras la tengo asida fuertemente por detrás. Caga inmisericordemente hasta que expele hasta su segundo apellido. Vuelve a vomitar ya un poco menos hasta que vomita las íes de su nombre. Una vez calmada un poco en su malestar, sin apellidos y medio nombre, la arrastro como puedo hasta la tienda, donde se tumba y nunca mejor dicho. Es un mal día para Marl. Estoy sin tabaco, así que me voy al barecito, donde, lógicamente, no tienen. Voy a un bar que hay en la piscina junto al autodromo. Tampoco hay. Me acerco a la carretera de Monza y en vista de que en los quioscos de prensa tampoco hay, compro el Correo di la Sera y vuelvo al camping. Las 11,45. Los alemanes lo tienen todo recogido y están esperando para despedirse. Me acerco, me despido, vienen hasta la tienda y les digo que Marl se encuentra fatal y no puede ni despedirse. El valenciano está enganchando la caravana. Se sienta al volante del coche y comienza a decir en voz alta mientras manipula los mandos: Intermitente izquierdo. .- Sííí, se oye decir a su mujer sin hacerle ni puñetero caso a los intermitentes. Ella está en sus labores propias de recogida. .- Intermitente derecho con luz de pare y luces de posición. Sííí, se oye decir a la mujer ya desde dentro del coche. Termina su rosario de puesta a punto, arranca y se van. Nos dicen adiós. Yo creía que Marl se iba a quedar todo el día en la tienda y que hoy no íbamos a hacer nada esperando el restablecimiento pronto de ella, pero en un rapto de fuerza incontrolable, sale de la tienda y se tumba en la parte trasera del coche. Pago el camping, recogemos y camino de Milán. Dije que era muy triste. Ciertamente. Mientras me quedo con Marl en el coche, Jóse va a comprarse un libro, objeto también de este viaje. Es, según él, el libro de su vida. Llega a las 3,30. Salimos del camping y carretera. Pensábamos haber llegado más lejos, pero Marl está muy mal. Paramos en San Remo, otro camping de nuestro club. 10% de descuento. Marl va a la ducha. Aspirinas varias. Cena un poco y se va a la cama. Jóse tampoco aguanta mucho. Se va a la cama. Quedo yo solo escribiendo. Apago el camping gas y me quedo solo allí pensando, una de las capacidades humanas menos practicadas. Dos horas de pensada en el mejor estilo naif. Dos horas madurando la bola que habré de contarle a mi amigo José Luís Cañabate sobre mis logros con las féminas criaturas del extranjero. Así que me pongo a elaborar el retrato robot de la tía más buena que pueda existir para poder describírsela. Ella será de estatura mediana, que uno tampoco da para más. Tendrá el pelo tan rubio que casi parecerá blanco. Tendrá unas piernas robustas y firmes que asomaran debajo de un vestido negro y muy corto. Su boca será generosa y siempre estará riendo. Será Francesa (¡No, que horror!). Será Belga. No, mejor será Holandesa. Si, será holandesa, como las paginas de esta libreta. Se llamará... ¿Cual es el nombre más bonito de mujer en Holanda?. Ya se. Se llamará Marith. Bien, ya tengo mi bola preparada, me voy a dormir y soñar a ser posible, otra vez más, con esta criatura[56].


CAPITULO 40

Olvidemos este día que ha pasado. Amanece el día 23. Maril ha recuperado una de las íes. Intentamos arrancar el coche pero sale un humito muy raro de un aparatito que tiene en el motor. Lógicamente no arranca y lo tenemos que hacer a empujones. Nos acercamos a la casa peugeot, pero no nos pueden ver el coche hasta las tres de la tarde. Nos arriesgamos y emprendemos la marcha de vuelta. Atravesamos el país de Liliput prácticamente con las orejeras puestas y entramos en España. Paramos a besar el suelo y nos acercamos hasta Peñíscola en el camping motel Bella Vista. Como ya es costumbre, Marili, que ya ha recuperado la otra i y el primer apellido, y Jóse se adentran en la espesura de las tiendas hasta los servicios en visita de inspección. Como si de unas palomas se tratasen, vuelven con una rama de olivo en el pico. ¡¡Traen hielo!!. Preparamos una suculenta cena, consistente en varias cosas verdes y rojas revueltas y sazonadas con aceite y sal, para celebrar las dos cosas más importantes del día, la recuperación de las íes y apellido de Marili y la reaparición del hielo en nuestra vida. Aparece un gato en nuestra tienda. No tenemos nada que ofrecerle, por lo que Jóse le acerca una habichuela a la boca y el gato se la come. De esta manera, le reparamos un plato de aquello y el gato disfruta también con nosotros de los dos acontecimientos. Conocemos a Marcel. Un belga que desde hace once años vive solo separado de la que fuera su mujer. Ya de noche me voy a la puerta de su rulot y nos trasegamos unos cuantos cubatas. Jóse se acerca también, dado que el habla mejor francés que yo, aunque, como es lógico, Marcel sólo se dirige a mí. Entiende mejor mi francés que el puro y casto de Jóse. Nos deja la dirección para que contactemos con él en cualquier caso de lo que sea. Está muy solo.


CAPITULO 41

Amanece el último día de carretera. Empaquetamos todos los restos del viaje y al poco tiempo estamos viendo a nuestra izquierda las hermosas playas de las costas de Mojácar y Vera, señal inequívoca de que estamos llegando a nuestro lugar de origen. Se siente un poco de morriña de lo dejado y una sensación de espera ansiosa de lo que nos aguarda. Una rutina.


[1]Ha venido a llamarse así, porque es el puente que cruza el río en la carretera que une Almería con la universidad
[2] Alusión clara al miembro masculino
[3] que para su familia había salido ya para las Italias el día anterior - Los nervios de la pronta marcha, le producían insomnio, lo que le hizo decirle a su madre que la partida era un día antes del día D. Así se presento en casa con un contenedor con todas sus pertenencias y allí espero, ojos como platos, hasta el día siguiente en que por fin salimos
[4] Sobre éste y si durante el relato me acuerdo, diré porque me parece un soberano coñazo
[5]Viviendo mis 12 años en un pueblito de Almería, podía oír al personal cómo le llamaban al pantalón de deporte el pantalón de transporte
[6] Alusión al fantasma del Louvre
[7]nunca conseguí beberme las dos, ya que Marili siempre se tomaba una. Y a la siguiente vez: Marili, ¿tu vas a querer alguna cerveza hoy?. ¡NO!.-respondía escandalizada, para actuar de nuevo como siempre
[8] Protagonista de Mujeres de Charles Bukoswski
[9]Digo bien lontanza en recuerdo a aquel amigo que cuando comenzó la crisis del Golfo predijo: "En la lontanza se divisa la barrancota"
[10]En este punto ya no dábamos lengüetazos al tras del coche, pues íbamos limpiando el parabrisas a un autocar que nos seguia a la prudente distancia de trescientos metros
[11]sí, ese que está a cinco kilómetros de la Sede Pontificial, pero que será sabiamente recomendado por mí a los futuros viajeros por el buen servicio locomotor entre Roma y él
[12]esto es imprescindible para poder ligar criaturas que no lo están
[13]deben haberlo pillado metiendo mano donde no debía, los italianos son así
[14]Esto acontece cada vez que pienso que la gente me sigue con la mirada, aunque intuyo que mi condición de Louvrico descarta esa posibilidad
[15]Yo siempre he visto el turismo de la siguiente manera: Una persona caga una media de 250 gramos de sutil mierda al día. Almería es visitada por 400.000 personas durante los tres meses de verano (y sólo cuento esta estación), lo que quiere decir que nos han dejado en nuestro suelo patrio 9.000 toneladas de mierda
[16]No voy a explayarme en las técnicas que hubimos de desarrollar para poder meter las lenguas ya cansadas y azules de tanto limpiar autocares, en un automovil en el que ya no cabía nada
[17]Este hecho, como se podrá ver más tarde, se convertirá en una constante del viaje. Eso y todo que siempre al llegar a un camping, pongo los brazos en cruz y digo "aquí el este, aquí el Oeste, enfrente el Sur y a mis espaldas el Norte". He podido comprobar que para que eso funcione, hay que saber previamente dónde está el Este, y colocarlo a tu izquierda.
[18]Más tarde nos enteraríamos de que así como nosotros la llamamos Francia, que es lo más justo y responsable, otros la llaman França, con rabo. Creo que los conocen mejor que nosotros y por eso le colocan este atributo o instrumento.
[19]He de anotar que la decadencia francesa es bastante más penosa que la española. En general, la europea es más escandalosa y vertiginosa que la nuestra, la de nosotros recién natos, mamones asomados a ella
[20] Guardia Civil Española
[21] Alusión a la expresión del ejercito español: “Aquel que al grito de VIVA ESPAÑA” no responde, si es hombre no es español y si es español no es hombre
[22]Para una visión antropológica de esta ex-simia raza, véanse Los trabajos del infatigable creador Pío Cid en su agonal descenso a tierras castizas
[23] Hijos del autor y de Marili
[24]que son mejores que los otros, aquellos lo son por herencia genética mientras que los franceses lo son por degeneración
[25]Esta grosería es debida a una intertextualidad con el chiste aquel que dice que están dos amigos en un bar existente en la planta novena de un edificio, y tras trasegar varios tintos le preguntan al camarero por el servicio de caballeros, a lo que le responde: por ese pasillo, la primera puerta a la izquierda, bajan dos escalones que hay y ahí está. Se dirigen hacia allá pero en vez de la indicada, toman la de la derecha, que resulta ser la puerta del ascensor. Éste está en la planta baja, pero la puerta se ha abierto. se meten y caen nueve pisos . Se levanta uno de ellos y le dice al otro ¿"Le echamos cojones y bajamos el otro, o meamos aquí mismo"?
[26] Pueblo basto de Almería
[27] Repugnante baile de verano que se realiza dando saltitos de pollo neonato en cuclillas
[28] Ligeramente beodo
[29] Pueblito turistico de Almería
[30]Que no sé por que le dan tanta importancia dado que en Italia no existe ninguna torre que no esté inclinada.
[31]Esto lo escribo con el doble disfrute que para mi es hacerlo y a la vez cagando en el camping Fusina de Venecia. Hay unos cuatrocientos mil campingtas y dos retretes. Bueno, tal vez exagero un poco. Diezmemos uno y multipliquemos el otro. De cualquier manera hay que hacer justicia a mi capacidad para elegir los mejores momentos para los menesteres más precisos.
[32]Que, por otra parte, era como iba a caer como no descansara pronto
[33]Aunque la primera podía haber durado un montón de tiempo debido a los precios que imperan en Europa. Ahora comprendo a los empresarios de hostelería de mi tierra cuando se quejan de sus cosas. Aquí te cuesta una cerveza lo que a un guiri en Almería le cuesta un día completo en un hotel de cuatro estrellas y media pensión. Y si se te ocurre pedir una cuchara, por nada, por ver como son, entonces te cuesta lo que al mismo guiri en el mismo hotel el mismo día, pero con pensión completa.
[34]Inciso: Ciertamente la primera vez que oí la palabra PREGO tenía la alveolar nasal sonora y una ó breve tónica. Más tarde y gracias a una de las etapas del viaje, creo que cuando nos dirigíamos a Bomarzo, Jóse me deleitó con todas esas teorías sobre el origen de las palabras y su transformación merced al sustrato y a la ausencia o presencia de cal en las aguas de los sustratados. Así, ahora comprendo que prego viene del latín "Pregum", que pierde por la "Yot" la "um" debido a lo cansado que puede llegar a ser un pensieroso y en italiano da PREGO . Como en España, en un principio eran todos mudos, llegó un canalla que gracias al sustrato perdió la C y se fue a vivir a un descampado que tomó su nombre (Más tarde sus descendientes montarían una editorial) sin saber, el pobre, pues su fuerte no era la química, que las aguas del descampado no tenían cal en suspensión, se le cayeron a él y a todos sus descendientes los dientes, con lo que les fue imposible pronunciar entre otras la F. Así que la eliminó pasando a ser el Fumo-Humo y el Follar-Hollar (Así nos va en España a todos los seguidores de sus teorías.) De aquesta guisa, en nuestra patria, la palabra que nos ocupa, debido al follón de la cal y todo lo demás, se quedó en PREGÓN. La Real Academia Española de la Lengua lo define como: "Aventamiento realizado desde el lugar más alto de la plaza de la iglesia del pueblo, del ego-endo-idolátrico-marginal-eyaculativo del sentir poético del alcalde del pueblo que se trate que, por motivo de no ayuntamiento de cualquier tipo con la plebe popular, se le es dado - el ayuntamiento - a otra garganta que generalmente suele corresponderse con la del guardia municipal". Esta definición cae en desuso a la aparición en los mentideros políticos del megáfono
[35]Debido a la cal y todo aquello que antes explicaba, éste derivó en España a SAVIN
[36] NdT: El escritor lleva como apellido Soria
[37] NdT: Jóse lleva por apellido De Amo
[38]Escribo tique y no tiquet o billete o boleto, porque mientras esperamos al vaporeto en la escalinata de madera, hemos tenido una conversación sobre cuál sería la forma correcta, en español, para el vocablo. Jóse apostaba por ticket. Yo por billete. Pero la fastuosa Marili, que en esta fecha hacía un día que había cumplido 33 años), apostó por tique. Así que decido eliminar las demás acepciones haciéndome justiciero conservador de la más pura tradición del marilismo ultrante
[39]más tarde he podido comprobar que, en otro montón de puentes, también suele suceder, hasta el extremo de que tanto en los puentes sobre el Gran Canal, como sobre los mil que cruzan sus pequeños canales, hay una media de cinco humanos triunfadores hablando por teléfono. Después, algún hit parade perdido llamando desde algún Duomo o torre torcida, mientras lágrimas de insatisfacción le corren por las mejillas por no tener un puente en este momento tan recogido donde plantar sus pies.
[40]Los monaco-místicos del dieciocho no se lavaban las coscas, pues creían que el uso abusivo del agua y el jabón de grasa eran nocivos para el forraje que delectaba tanto a las jóvenes núbiles dieciochescas
[41]De vez en cuando subía un francés, si bien se confundía con los niños, se diferenciaban en la longitud de sus lenguas
[42]Las jóvenes núbiles dieciochescas no se lavaban el chocho, pues creían que el uso abusivo del agua y el jabón de grasa en sus partes núbiles eran nocivos para el forraje que delectaba tanto a los monaco-místicos dieciochescos
[43]De vez en cuando subía o bajaba un hortera, que curiosamente es el único especimen que es común a todos los estados europeos
[44]Es comprensible debido a que un esfuerzo en la subida de los 414 escalones de que consta la torre puede ser que debilite esfínteres de personas débiles
[45]De vez en cuando bajaba uno
[46]A la par que los esfínteres, suele ser corriente la relajación de los músculos responsables de los más repudiados eructos
[47]Algunos franceses, que por terror a las alturas se quedan en la plaza, no tienen la delicadeza de separarse de la torre y los efluvios suben, se pegan a las paredes traspasándolas y se mezclan con los de los demás franceses, de manera que hay veces que no sabes si sube o baja un francés o simplemente espera.
[48]En Italia es constante el uso de la tortuga en prácticamente todos los grupos arquitectónicos. Hasta el extremo - dicen las guías - que el David de Miguel Ángel en vez de testículos tenía dos enormes tortugas, que hasta el siglo XVI no le fueron amputadas y sustituidas por varios huevecillos
[49] Nombre que ostenta la hermana de Marili
[50] Eminente bichóloga y amiga mia
[51]Ya dije que se lo tenían bien montado, te cansan, te hacen andar como un gilipollas y luego te sueltan junto a un sitio de avituallamiento. Seguro que el sacerdocio lleva un generoso porcentaje del restaurante.
[52] Cuñada del escritor
[53] Hermano de Marili
[54] Por aquel entonces ya había roto dos gafas de una novia que poseía (el muy jodio)
[55]Les expliqué que las avispas se acercan a ti si tienes un bocadillo y con su boquita recortan un trocito y con sus patitas se lo llevan volando a sus hijitos. Helena lo entendió bien y se pasó el día con el bocadillo en ristre persiguiendo avispitas. Desde ese día, cuando vamos a la playa desaparecen todas las avispas de la zona.
[56] José Luís Cañabate está casado con la fémina que se retrata. Jugada sucia la del escritor

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