jueves, 13 de agosto de 2009

EDIFICIO LAS CARACOLAS 5º 8

EL PERIODISTA
Luis vive aquí con su mujer desde el mes de Julio.
Ha salido al Paseo Marítimo al ruido que producen los fuegos de artificio que marcan el comienzo de la Feria de Agosto de la ciudad.
Las luces que suben, que prenden, que explotan., fugaces siempre, iluminan el cielo de levante, allá, al fondo, a la altura de la antigua térmica.
Luis tiene seis hijos, cinco varones y una hembra.
Falto algo a la verdad.
Luis tenía seis hijos, cinco varones y una hembra, hasta que a Andrés le ocurrió aquello.
Luis vive en Francia desde hace aproximadamente 20 años.
Vino de Colombia como periodista enviado a Europa y quedó a vivir en Francia. Su lugar de residencia lo fijó en una zona residencial, a 12 Km. De París. Allí todos los habitantes tienen al menos tres vehículos para realizar sus desplazamientos. Se respira tranquilidad, orden, paz, dinero, clase, lujo…
Su apartamento en París es amplio, muy amplio. Son queridos y conocidos. Todo transcurre plácidamente hasta que ocurre aquello. Hasta ese momento, hasta varios meses pasado aquello, no tenían idea de la existencia de esta ciudad. No tenían ninguna necesidad de pensar en la existencia de ninguna ciudad.
Cuando ocurrió, avisaron a su hija Dori que vive en Washington con su marido, un funcionario, alto cargo de la Banca Mundial, y ella tomó el primer avión con destino a París, y desde allí se desplazó a Marsella donde fue recibida por el resto de la familia.
Andrés siempre ha tenido problemas de comportamiento. Este problema tiene un componente físico dominante. Según la psiquiatría, se debe a un mal funcionamiento o atrofia de los circuitos neuronales que conforman las pautas de comportamiento. Ya de pequeño expresaba su agresividad contra todos los más allegados, contra él mismo. Este comportamiento cada vez más y más agresivo hacen que tengan que internarlo en un centro de asistencia para personas con sus mismos problemas.
Andrés vuelca sus neuras y problemas contra la directora del centro. Una señora de edad avanzada que llegado un punto no aguanta más la agresividad que sobre ella se vierte, tanto verbal como física y por ello convoca un cónclave de todo el personal del centro y lanza la frase que provocará el desenlace que hace que Luis hoy me haya contado su historia: “No aguanto más esta tensión, o me voy yo, o Andrés se va”. La reunión de médicos y demás acuerdan ingresar a Andrés en el hospital general de Marsella para que allí bien cuidado y observado y medicamentado a base de sedantes y demás pueda recuperar el buen comportamiento que nunca conseguirá.
Andrés es el que más sufre esta situación, pues este tipo de enfermos tienen sus momentos de lucidez en que son incapaces de olvidar sus hechos anteriores por lo que los accesos de agresividad son seguidos por tiempos de depresión por sus actuaciones. Sufre.
Andrés escapa del centro como quien escapa de su destino sin saber que esa escapada es la que lo acerca a su destino. Y su destino no es otro que el que impronta la misericordia del Divino.
Andrés escapa del centro y al atravesar la primera vía que encuentra en su incontrolada fuga, es arrollado por un camión de alto tonelaje.
Andrés muere.
No instantaneamente.
Si esa muerte que te permite aceptarla.
Andrés entra en coma durante tres días, al final de los cuales muere.
Ha dejado de sufrir.
Ha eliminado su problema físico de la manera más drástica que imaginarse pueda. Los demás, los que se quedan, podrán sentir su perdida. Entonaran la cantinela “quizás yo hubiera podido hacer algo más de lo que hice por él”. Una cantinela innecesaria, vana, a veces hipócrita y siempre incierta.
La mujer de Luis ha acabado los tramites siempre engorrosos de su entierro.
Dori, la mujer de Luis vuelve a su casa.
A doce kilómetros de París.
No descansa.
Depresión.
La mujer de Luis comienza un éxodo por todos los médicos habidos para paliar su angustia.
Según Luis, quien más siente la muerte de un hijo, a pesar de ser esta deseada por casi todos y más, sin saberlo, por el mismo sufridor, es la madre.
Dori, la madre, no cesa de hablar de él y de él y de él, con los médicos, con las amigas, con todo el mundo.
Piensa en huir de su entorno.
-No puedo seguir viviendo en este sitio. No puedo seguir viviendo, ni siquiera en Francia. Me voy
-¿A donde? - pregunta Luis sin saber como retenerla.
-No lo se ni me importa. Me voy, eso es todo.
Unas amigas le hablan de Almería. El lugar más tranquilo del planeta. Una luz al borde del mar. Un lugar apacible, tranquilo y que rebosa de paz y de calma. Un lugar de recuerdo pero de olvido, un lugar donde el pensar siempre se deja para otro día porque es más imperioso vivir ese día dejándose llevar por el rumor del mar, por la intensa luz de su cielo, por la morriña de su aire, por la excelsa fuerza de sus vientos, por la agradable calma que infiere la conversación vecinal, tan en desuso en cualquier otra parte del mundo.
No lo piensa.
- Vente conmigo a Almería
- Pero mujer, si ni tan siquiera sabemos qué es Almería, no sabemos si es un pueblo, o una ciudad, o donde está…
- En España, esto es bastante. Yo no aguanto más aquí. Me voy y te espero allí
Pero Luis es más pragmático y no cree que esto sea una solución
Luis piensa que su mujer, dolida, extresada, sufre una perdida de la cual se culpa, de la que se ha culpado durante los años de sufrimiento de Andrés.
Luis no quiere dejar todo por la perdida de Andrés.
Este, París, es su sitio, su trabajo.
El, aunque ya está jubilado, trabajaba en la Radio Televisión Francesa, y además es corresponsal de algunas agencias de noticias de Hispanoamérica.
Su mujer también es periodista. Bueno, ya hace tiempo que no ejerce.
Ella se ha venido a Almería. Alguna amiga de alguna amiga le ha buscado un estudio, suficiente, en la ciudad, al borde del mar. Desde sus ventanas abiertas puede oler la sal, oír la calmada serenata de sus olas al besar la arena, no olvidar en paz...
Ella ha ido a buscarlo. Le ha contado el vuelo de una gaviota sobre las azules aguas. Le ha llenado la cabeza de sol y de playa y de paz y de melancolía y de serenidad.
El la ve feliz y llena de vida, de una nueva vida alejada de la bruma, de la prisa, de sus lugares de recuerdo estático.
Ella habla con sus hijos para que le ayuden a convencerlo.
Pero el tiene a sus amigos en París, tiene su trabajo en París, tiene a sus hijos, no a todos, en París.
Pero nada le ata a París.
Sus hijos le compran el billete y mandan un aviso a Dori.
- Dori, papá llega a Madrid el día 9 de Julio a las 8,30.
Dori toma un tren y espera en la estación la llegada de su marido.
Y hablándole de Almería montan en el Talgo. Y hablándole de Almería llegan a ella. Y él se enamora de Almería y goza de la armonía que encuentra en la armonía que encuentra su mujer.
Luis está pensando en buscar un apartamento más grande que el que ahora habita, pues lo considera pequeño para darle entrada a los muebles y ropajes que piensa traerse de Francia.
Luis ha tomado su decisión de venirse al reencuentro con su mujer, al reencuentro con la vida. A la placidez del letargo y de la contemplación del tiempo por el simple placer de dicha contemplación. Sin miedo al final porque está al principio.
Ya escribirá desde aquí los artículos que le requieren en América Latina.

1 comentario:

  1. Estuve enamorada de Santa Marta por mucho tiempo, digamos, hasta que te conocí y me hablaste por primera vez de Almería... lo que me cuentas, aquí.
    Entra a mis oídos como el mismo paraíso, A-L-M-E-R-Í-A... La pienso, la siento, me creo estar allí, "un lugar de recuerdo, pero de olvido".

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