jueves, 13 de agosto de 2009

APUNTES PARA UN RETRATO

LILIANA
(agosto de 1.999)
Li nace en las postrimerías de la edad paterna, siendo la más joven de sus hermanos y a la vez casi la nieta de sus padres. Este hecho hace que sea mirada y mimada en un grado al que los demás hermanos no tuvieron acceso. Ya de chiquitina, y desde la cuna comienza a reír antes con la mirada que con su boca.
Debemos hacerla nacer en un país exótico. Exótico bajo el prisma del escritor, ya que el exotismo siempre pertenece a otros que no a uno mismo, o al país donde el escritor escribe. ¿Qué por qué nace lejos de mi cuarto de escribir?, Porque estamos haciendo el retrato de una desconocida y el escritor conoce muy bien la idiosincrasia de la gente que lo rodea, y sin embargo, no conoce la de esos países exóticos que dicen los mapas que existen, y en el que algún privilegiado conocido del escritor ha estado para corroborar su existencia. Este sutil dato, “desconocida”, es el que nos impulsa a referirnos a...
Hagámosla nacer en Colombia.
Para el escritor, Colombia es con bastante acierto, uno de los países más exóticos que existen. Además, dicen, allí se vive en plenitud la vida sexual, dándole la importancia que requiere sin menoscabo de encontrarla acertadamente satisfactoria. Este dato es importante desde el momento que la vamos a confrontar con el mundo de la lascivia y del engaño para conocer sus reacciones, pero eso será más tarde.
El escritor es nativo de Hesperia mal llamada actualmente España y nacido en la posguerra civil, cuando un adalid convertido por obra y gracia del Señor (y con bastante ayuda de él mismo y sus balas) en “caudillo”, créese portador de valores eternos y confiere a la nación un halo de misticismo mistificante, hasta tal extremo que de pequeños debíamos dormir y en invierno, con las manos entre las sabanas y la manta para evitar cualquier roce con esa protuberancia indigna que todo hombre tiene entre sus piernas y que, decían por aquellas fechas, o no se decía pero se intuía por las obligaciones en el dormir, que servía para más menesteres que para aquel para el que lo usábamos que era para miccionar. Evidentemente y de este conservadurismo a ultranza, surgió una degenerada generación curiosamente con dos penes, a saber, el que también servía para miccionar y otro aún más deformado y degenerativo que se encontraba en las circunvoluciones del cerebro. Toda esta introducción la hace el escritor por la importancia que tendrá este hecho en el relato distorsionado del retrato anónimo que se pretende. Además, un poco también para proporcionarle al personaje que ya se va dibujando y que pronto le haremos conocer a Li, una defensa a la que, dicen, todo el mundo tiene derecho. Incluso este personaje al que me refiero.
Pero prosigamos con la ubicación de nuestra heroína (en su grado más puro y etéreo, no inyectable). Debe pertenecer al mar, así que debemos proporcionarle un mar cerca. Y su vida por siempre estará condicionada al mar. Le introduciremos sus recuerdos más gratos cerca de este. Veranos alegres, divertidos, pero siempre lamida por las pequeñas olas del mar que juegan con sus pies mientras que ella, vulnerable, sonríe al viento y a la espuma.
Debe ser bonita pero sin llegar a la exultez, ya que en algún momento de su vida deberá mirar con vehemencia esos otros cuerpos que se pasean cerca de ella. Más tarde se dará cuenta de que la real belleza tanto de ella como la de cualquier mortal está en su interior, un interior a prueba de deterioro, y no conoce el escritor ningún cuerpo con esos condicionantes. Si acaso el brazo incorrupto de Santa Teresa que descansó y en la mesita de noche del aludido “caudillo” durante 40 años, pero eso es otra historia.
Proporcionémosle un padre suficientemente acomodado, pero no en demasía. Un padre que tenga un trabajo estable, que le pueda proporcionar a nuestra pequeña amiga un lugar confortable y unos estudios para que se pueda desenvolver en la vida con independencia adquirida. Pero debemos hacer que el padre se jubile el año de su nacimiento para que le pueda dedicar a ella una atención que no todos los hijos tienen, y ella a él muchos momentos de ternura. Procuremos pues que se jubile de su trabajo, digamos a los 50 años.
Proporcionémosle además una madre nada severa, soñadora, abnegada, que le haga comprender con su abnegación todo lo que ella desearía, y todo a lo que ella se va a rebelar en su consciencia que se delata. Además que le fabrique trajes con una maquina de coser que le comprará su marido.
Hagamos, ya de paso, que el padre le lleve 10 años a la madre. Este punto será de estricta necesidad a la hora en que se presente delante del seductor.
Hagamos también que, como país tropical que es el suyo natal, sea preceptiva la siesta. ¿Para qué? Pues para darle el espacio y el tiempo necesario para las risas con sus hermanos en esa complicidad que más tarde perderá para encontrarla en el sitio más impredecible.
Vamos a tocarla con un toque de amarga frustración. Vamos a hacer que un hermano suyo muera en plena juventud por medio de una enfermedad, por ejemplo... un tumor cerebral. Esto, seguro, la va a condicionar acercándola al Carpe Diem.
¿Lo hacemos un poco más difícil? Bien. Hagamos que un nativo se enamore de ella y que tras un noviazgo más o menos largo, se convierta en ese amigo incondicional que tanto necesitamos todos. Un amigo que a pesar de su renuncia esté contando los días que faltan para el feliz regreso de su amada de las aventuras emprendidas. Claro, cuando esto ocurra, pero no precipitemos los acontecimientos. Estamos creando a la criatura, como digo, imaginaria.
Hagámosla eternamente joven, así podremos dejarla que realice el sueño de su abuelo con un buen bagaje vital y cultural, pero a una edad en que cualquier mujer es mayor, sin dejar ella de ser una niña. Pongamos que a la edad madura de 28 o 30 años aparezca como una bella adolescente, con cuerpo de adolescente, con la inocencia de la pubertad, con las ilusiones de una niña, con la mirada inmaculada. Pero ha vivido todas las experiencias que una persona sana de su edad puede vivir, y sin las alteraciones que la imposición de una cultura decrépita y moribunda puede ejercer en uno mismo. (El lector es hábil al intuir que esto es lo que le pasa al seductor con quien la vamos a confrontar).
Debemos instigarla con algo, alguna ilusión más grande aún que su deseo innato de ver España. Démosle una capacidad infinita de amor y de entrega. Habilitemos a un seductor típico español y proporcionémosle un trabajo en el que deba ir a Colombia. Allí la conocerá y la seducirá. Le llenará la cabeza de lugares (para ella exóticos), le hablará de la madre patria, la encandilará con miradas de superioridad, la protegerá y le susurrará al oído deliciosas frases que harán que ella tiemble de amor. Posiblemente el lector piense que en ese caso es tonta nuestra protagonista, pero el lector no sabe de su pureza y de sus ansias, y de su mundo interior mil veces más rico que cualquier mundo donde se pudiera vivir.
El grado de inocencia que le debemos conferir hará que nunca le tenga envidia a nadie, pero será una enamorada de la perfección, de la belleza. Aunque ella siempre interpondrá la belleza interior a la belleza física, creándole no pocas inquietudes este hecho. Se dejará arrastrar por una belleza física en contra de su propia realidad. Se dejará embelesar por una quimera. Tal es la GRAN necesidad de amor que tiene. De dar todo eso que le come por dentro en una entrega sin limites. (Lógico es pensar que el seductor jamás entenderá esto, pues pensará que todo es debido a esa rara habilidad que le confirió Dios al nacer que hace que todo aquello que mira se convierta en deseoso)
La haremos rebosante en ella misma, pero para que esa atracción que ella ejerce no se vea empañada por el mundanal deseo de la carne, no la haremos explosiva, más bien la haremos bajita.
Le daremos el tono de piel necesario, el mínimo tono de piel obscura para que el exotismo quede prendado en ella, asimismo, le proporcionaremos unos labios carnosos que se distienden con su risa.
A veces confundirá su llanto con su risa y no sabrá discernir entre uno y otro. Cuando deba llorar, ella reirá contagiando al cielo con su risa, y cuando deba reír, ella llorará desconsoladamente por la amistad y el amor. Pero, ¡ojo!, No debe el escritor confundir la risa con el llanto, pues debe saber en cada momento como se siente en realidad. Por ello la dotamos con unos límpidos y legibles ojos. Ya está. Ella podrá reír y llorar, que el escritor solo deberá en cada momento mirarle a los ojos y ellos le dirán como se siente, si es risa de risa, o llanto de llanto, o risa de llanto, o...
También debemos proporcionarle un deseo, pero debe estar oculto, debe llevarlo en los genes. Así debemos hacer que alguno de su familia, pongamos que su abuelo, haya muerto sin haber cumplido su deseo más grande, por ejemplo... visitar España.
Bien, tenemos su fotografía.
Ha llegado el momento de ver como reacciona un ser tan angelical como el descrito en un ambiente torcido.
Con muy mala idea hacemos recalar en su ciudad al ser deplorable, no tan descrito pero si apuntado, denominado el seductor.
Este es mayor que ella, arrogante, mirando siempre de soslayo desde su atalaya (es más alto, no en vano la hicimos pequeñita)
El seductor gasta dinero como si nunca se le fuese a acabar, aun cuando siempre, y al llegar a su hotel, cuenta las monedas, hace números en una libretita, sopesa estrategias...
El seductor, por definición, es mayor en edad que la protagonista. Asimismo, por definición es artero, cínico y embustero todo su tiempo, pero combinando una cierta gracia, amabilidad y preocupación durante el período de galantería. Así, el seductor, a veces, obsequia a nuestra niña con regalos que ella comenta encantada con su amiga y con su propia familia, que ya está viendo venir al lobo que se esconde en el seductor.
Pero... Vamos a complicar un poco las cosas. Vamos a hacer que el seductor quede momentáneamente atrapado en la tela que lógicamente conforman los ojos de nuestra desvalida. Hagamos que lleve hasta el límite su seducción y quede, como digo, preso de su propia seducción y de la seducción innata de la que hemos provisto a nuestra protagonista. El seductor siente la necesidad de prometerle un mundo feliz lejos de su patria, de su familia, de sus amigas, lejos, en fin, de todo aquello que le proporciona una seguridad, esa seguridad que en ese momento tanto necesita. Así, esta es la causa de su pronto viaje a España, donde vivirá un prometedor futuro junto a su amado.
Antes de partir, su abuelo, y como para subrayar el aserto que el escritor se permite sobre su genético deseo de conocer España, le dice: “Li, vas a realizar el GRAN SUEÑO que siempre tuve y nunca pude ni podré realizar... Viajar a España". Esta revelación se incrustará en ella hasta conseguir que ese gran sueño se vea cumplido, al menos, en sus padres. Pero eso será más tarde. Prosigamos pues con la narración.
Antes de partir habla con su ex novio convertido en ese amigo - confidente del que la hemos provisto para que pueda comparar la ficción con la realidad.
Vamos a provisionarla también con un montón de amigas, pero con una especial. Amiga, confidente, que le inculcará su fácil verborrea, su riesgo, sus sueños, con la que compartirá felices días en la Gran Avenida. Esa avenida donde a las seis, cuando acaba el trabajo, se desplazan bellas mulatas con esas minifaldas que a penas soportan el menor envite del viento que las levanta, elegantes mujeres ejecutivas con sus trajes de ejecutiva, un sin fin de sueños y de sensaciones vividas y vivificantes que se agostarán en su enmarañado sueño de por vida. Y allí, en esa avenida, y al finalizar su trabajo, se encontrarán ella y su amiga para disfrutar de tardes lánguidas y enteras.
Al fin llegamos al principio del relato. El lector avezado comprenderá que tras esta minuciosa entrada, el relato debe ser breve, claro y conciso. El relato consta de varias páginas, que para que el lector no se pierda en ellas, las titularemos como si de estampas de la vida se tratara.

LA PARTIDA
Li ha hecho su maleta, una maleta de fácil porte, una maleta con dos asas, una vertical y otra horizontal y una manilla telescópica con freno para poder arrastrarla aprovechando unas pequeñas ruedecitas incrustadas en su parte baja. Una maleta llena de trajes, y de bragas, y de ilusiones, y de recuerdos. Una maleta en la que cabe toda su vida anterior. Con un departamentito para cada una de sus amigas, de sus familiares, de sus vivencias. Y la ha hecho con nerviosismo, con prisas. Pero no con las prisas de salir de alguna situación comprometida, o que se le haga insoportable, o que le produzca dolor. Li es feliz, ha sido feliz hasta ese momento, pero el cambio le va a proporcionar ese estallido de felicidad que siempre ha soñado. Ha encontrado a su Hombre, con mayúscula, a su amante, a esa mitad complementaria que la sacará de su feliz rutina para desembocarla en una vida plena y sin rutinas, que en cada esquina encuentre un secreto, una vivencia, una nueva sensación, un regalo, un suspiro. No sabe Li que nada de eso le va a faltar, pero sí este escritor que no se confunde pero la deja hacer, porque esto es un cuento, y en los cuentos todo es posible. Es por eso que está nerviosa haciendo la maleta. Es por eso por lo que le tiemblan la voz y los ojos y las manos y se adentra, mientras la hace, en un onírico mundo de “por venir”. Le espera un agotador viaje, desflorando el cielo, de 9 horas.

LA DECEPCIÓN
No todo siempre sale como esta pensado. Los caminos del devenir, lo impuesto en los astros jamas se asemejan, ni por asomo, a nuestros deseos.
Nueve horas en avión es agotador, cierto, pero ha tenido tiempo de reír y de llorar y de sentir una amalgama de sensaciones de lo que deja y de lo que espera encontrar. Se ha acordado de todos sus momentos buenos, de su familia, de sus buenos ratos en que junto a su amiga utilizaban el encanto de una buena “salsa” para seducir a los hombres en la discoteca.
“Abróchense los cinturones y dejen de fumar, vamos a aterrizar”.
El corazón comienza a desbocarse en un intento por salirse por los poros de las sienes, del pecho, el estomago se niega a retener los alimentos ingeridos, una borrachera de placer y de ansiedad se apodera de su cerebro, todas las dudas de su vida se apagan, solo divisa en su horizonte a su galán que en ansia parecida espera que el avión se pose, que se abran sus puertas, que pase la aduana. ¡¡DIOS!! Que sufrida espera, que amor, que dulce, amarga, muerte. Todo pasa en esta vida, los momentos malos, los buenos, la risa, el llanto, incluso el trámite de aduanas a la llegada del avión. Se tropieza consigo misma en su carrera a las afueras del aeropuerto, la mirada fija en todos y en cada uno de los mil que pueblan la espera, ¿dónde está? ¡Dios mío, ¿habrá venido?, Mira y mira esperando ver los brazos de su amante, de su esposo, de su hombre, extendidos en una carrera frenética que la acoja y la proteja y la mime y le de calor, ese calor con el que tiempo lleva soñando. Por fin lo ve y un chaparrón de periódico se le viene encima. Un brazo a media altura enarbolando un periódico del día, compañero de espera, se alza en apática situación de desidia.
... Y sus manos se vienen abajo dejando caer la maleta de sus ilusiones que ya descansan en el frío suelo del aeropuerto.
... Y su sueño se va hundiendo cada vez más en el pozo de la frustración.
... Y su estomago vomita sobre sí mismo.
... Y su salsa se entronca con el tango en difícil armonía.
... Y ya nada será igual.
-Li, te tengo que decir algo... pero no te preocupes... podrás vivir el tiempo que necesites en casa... uno, o dos días....
Es un manotazo de la vida. Todas las ilusiones rotas en un segundo. Y su pensamiento: “Li, ya estás aquí, ya estás y sola, no tienes a nadie, tienes dos opciones, volver a casa con el rabo entre las piernas y aguantar que todos te digan “te lo dije” o “ya sabía yo” o ver en sus caras la satisfacción de tu fracaso, que por otra parte es el deporte mundial, o quedarte y afrontar una nueva etapa, eso sí, de tu vida, pero sin la música que esperabas, sin la compañía requerida, sin nada más que tú, y sola, en este Madrid que ya comienza a pudrirse bajo tus pies”

EL CURSO
... Y comienza un calvario lleno de risas y de nuevas promesas y de premuras y de cine y lectura, y de confesiones a medias, y de llanto amargo y fino, y de silente frío que se encumbra en la parte alta de la espalda, y de pensiones y de pisos de amigos y amigas, y...
Li, ¿sabes?. Han convocado un curso de publicidad, como tu sabes de periodismo... Además, puedes pedir una beca. ¡Anda, no seas tonta!. Si no te lo dan pues.. Nada. Pero el NO ya lo tienes, inténtalo.
...Y Li va a enterarse, y presenta rellenos todos los formularios requeridos, y milagrosamente es admitida su asistencia, le han dado la beca, y comienza el curso.
¡Mis ahorros! Han desaparecido, se han perdido, seguramente en las manos de mi compañera de piso. Además tengo que irme de donde estoy.
“Li, piensa, estás en la calle, con tu maleta de ruedas y manilla telescópica, y sentada sobre ella. ¿Qué vas a hacer?. Llama a ese amigo colombiano... o no, mejor a esa amiga. ¡Que te vengas ahora mismo para acá!.
Treinta mil pesetas en su bolso. El compartimento del amor vacío, el compartimento de la desesperación lleno, el compartimento de la frustración a rebosar, y el del miedo, y el de la desgracia, y ... también lleno el de la ilusión por recuperar la sonrisa, y el de la capacidad de amar, y el de la fuerza, y el de la salud. ¡Li, ¿por qué llorar, por qué estar triste cuando deberías estar dando gracias al cielo por haber ocurrido prestamente en vez de haber esperado más tiempo? ¿por qué no agradecer al seductor que se haya descubierto como mísero cobarde cuando aún es tiempo?
¡Animo Li, comenzamos una nueva etapa sin límites ni fronteras, sin meta pero con mil caminos que escrutar!. ¡Todas y cada una de tus decisiones serán tuyas, de nadie más!.
Y Li toma la manilla telescópica de la maleta y se adentra en la húmeda calle en pos de un taxi que la lleve a su destino cierto, pero... incierto.
¿Los nuevos amigos?. Solo un detalle. Para la consecución de la beca necesita tener 350.000 pesetas en una cuenta bancaria. Solo tiene 30.000 pesetas y unas ganas de llorar horribles. ¿Sus nuevos amigos? Entre todos recolectan la cifra que se aparece como astronómica y es depositada en una cuenta a su nombre. Cuenta que será de nuevo vaciada a los 20 días de su inclusión, pero que le permite optar al curso. Nada se le es regalado en esta nueva etapa. Nada va a ser como antes, o como pensaba, o como le susurraba el seductor en su crédulo oído en aquellas tardes de Colombia.
Una llamada de teléfono: ¿amigo? Si... soy Li... Perdona que te llame tan tarde... Necesito información... para comer... para bono - bus... no tengo dinero y estoy en la calle... Y por la mañana, muy temprano, descuelga el infernal aparato más para acallar su estridente chillido que para oír algún interlocutor desagradable, y... ¿Li?, ya me he informado, vete a Cáritas en la calle... número..., allí te darán de todo, incluso si quieres comer, pues también. Asimismo te darán gratis el bono - bus que necesitas para la asistencia a tus clases... “No le des peces, enséñale a pescar”. Esta frase salida del saber popular nunca se hizo tan patente como en esta ocasión. Li, desmoronada, encuentra la señal en flecha que la llevará a depender de ella misma y no de nadie. Porque la gente como Li, solo necesita, a veces, que le señalen donde. De esta manera, y rodeada de buenos amigos de lucha, Li termina el curso al que se apuntó, llenando aun más el compartimento de su extenso saber.

PRIMERA VENIDA
Alguien, en un punto determinado de este relato le apunta a Li que además de Madrid existen otros sitios, como ese que se llama Almería, Uno de los lugares más tranquilos del planeta. Una luz al borde del mar. Un lugar apacible, tranquilo y que rebosa de paz y de calma. Un lugar de recuerdo pero de olvido, un lugar donde el pensar siempre se deja para otro día porque es más imperioso vivir ese día dejándose llevar por el rumor del mar, por la intensa luz de su cielo, por la morriña de su aire, por la excelsa fuerza de sus vientos, por la agradable calma que infiere la conversación vecinal, tan en desuso en cualquier otra parte del mundo. Que se venga. Además son sus ferias y fiestas de Agosto. Y ella va. Y en Almería, en sus fiestas, en sus ferias, conocerá a ese amigo de pensamiento, a esa alma gemela que lee los mismos libros que ella, que como ella es aventurero huidizo. Esa amistad durará tiempo y tiempo. Él la seguirá viendo a cada paso que el destino lo arroje en Madrid.

SEGUNDA VENIDA
¿Li? Soy yo. ¿Por qué no te vienes a Almería a pasar una semana? Mi casa es grande y podremos convivir sin necesidad de chocar por los pasillos. Y ella se desliza de su Madrid gris y monótono y se adentra en el asfalto que le llevará a la estación donde le espera el artefacto que la llevará hasta Almería. Allí se impregnará de su encanto que la cautivará. Adoptará la necesidad de una vida en esa isla de mar y cielo y luz y sueño. Allí conocerá al retratista que confundirá en principio, y debido a su educación cartesiana, lo bonito con lo contrapuesto, pero que al cabo se desprenderá de sus aprendidas cortedades de mentalidad provinciana y aceptará la magia del sueño, la leve esencia que la viajera desprende en su deseo de que alguien prenda el hilo de su cometa.

TERCERA VENIDA
Su marcha ha sido triste. Nadie esperó a despedirla como ella había leido mil veces en esas novelas de galanes. Sí, la llevaron hasta el tren. ¡El tren! Ese inmundo invento que todo tiene que envidiarle al autobús, ancestral medio de transporte de su país de origen y que tantos y bellos recuerdos le trae a la memoria. Si, la llevaron al tren, pero nadie se quedó para agitar una mano en dirección a su quieta mirada tras los cristales.
Y su llegada a Madrid, aún más triste si cabe. Triste estancia donde la vida languidece entre asfalto y museos. Triste mirada hacia nadie y hacia nada. Fantasmas de los que se fueron en busca de sus ancestros. Nadie. Y el techo de su habitación la aplasta hasta el delirio. Y aún queda una semana y poco más para que comience Agosto, para que ella comience su trabajo en otra ciudad costera, ¿Benicasim?. No lo piensa, no lo duda. Pero... si lo piensa, y hasta lo duda. Su deseo es volverse a Almería. Pero... ¿No pensará este amigo que vuelve para importunarle? ¿No se sentirá incomodo por mi estancia de nuevo en Almería?. Pero... ¿Acaso no me ha prestado este amigo sirio su casa deshabitada para que la use todo el tiempo que quiera?. “Bueno, lo llamaré por si le molesta”. Este hecho, más tarde le atormentaría durante varios minutos. No el hecho de pensarlo, sino el de haber realizado la llamada. Ha llegado. Su cara transmite su alegría irradiando de sol al propio sol que se le impone. Ha recalado, milagro satisfactorio, cerca del escritor. El escritor la ha llevado al “mojito”, donde bandas de música de distintos lugares lejanos desgranan sus fuertes ritmos de salsa y de merengues y de todo. Se ha erigido en sublimación orgiástica hasta que el alcohol llama al llanto, y lo vierte sobre el escritor. Se ha comunicado, como nunca viera el escritor hacer, con todas las etnias, razas, gentes de todo tipo, hasta ser centro de atracción y de amistad. El escritor, cansado en sus años, reduce el tiempo de espera y desespera en su salida de tan glorioso antro y se esfuma en la noche que afuera le aguarda.
Pero el escritor se ha quedado con lo mejor de Li. Se ha quedado con su languidez, con su arrebato, con su sonrisa, con su estridente risa, con sus cosquillas, con su pelo mojado, y su sueño y su nostalgia. Se ha quedado con su pasión y su secreto. El escritor, en suma, ha sabido leer en sus ojos todo su fuego, su entrega, su frustración y su eterna lucha.
Y con su deseo más vivido. Traer a sus padres a que compartan su estremecimiento al divisar el cielo de Almería.

2 comentarios:

  1. Escuché alguna vez, por televisión, que "ninguna condición es permanente", condición refiriéndose a lo que fuera y eso no lo voy a explicar, sabrás perfectamente de qué se trata. Pero he intentado -en vano pero vehementemente- recordar quién lo dijo. De algo si estoy segura, su padre fue un hombre trabajador, de los que lucha su vida entera, hasta el último respiro y de piel oscura.
    Supongo que de eso se tratará la vida, aunque la vida y yo, vamos tan en contra... mantener en situaciones hostiles y aciagas, como para aprender algo y para aprenderlo a la fuerza. Supongo que yo, como "Li", he decidido quedarme en "España", porque tampoco me gusta que practiquen conmigo ese deporte favorito de todos, y porque además, ya no me interesa seguir con las reglas con las que el humano ha sido regido por siglos; sin embargo, al mismo tiempo, siento que la vida misma me pone de repente un espejo y me pregunta si lo que estoy haciendo está bien, y odio esos momentos, y los esquivo a toda fuerza pensando en la última canción de mi banda favorita y que resulta ser más triste que la situación misma de no poder dormir a tiempo para levantarme temprano el siguiente día. Supongo, que así yo intente y quisiera "Matar a papá y mamá" con mi forma rara de tomar decisiones todas tan mal infundadas, siempre voy a querer ser lo que ellos desean...

    ResponderEliminar
  2. -y me frustra terriblemente no tener el valor ni la responsabilidad de hacerlo a la manera de ellos, y por eso, mantengo cometiendo errores, errores que estoy segura, algún día me costarán la dignidad... y la vida misma-



    Tus últimos comentarios han sido maravillosos, me los devoro una y otra vez. El "Escaparate", estaba en un penúltimo piso, lejos del cielo en realidad, pero en mi cabeza tan cerca de él, y al mirar hacia abajo, 10 pisos de frente, y la gente moviéndose como hormigas, nunca vi las cosas tan mecánicas.

    ResponderEliminar